quinta-feira, 19 de novembro de 2009

El ejército hondureño realiza un simulacro de arresto afuera de la casa presidencial, en Tegucigalpa, como parte de sus ejercicios militares. Foto: Reuters.

En más de 30 años como diputado, Micheletti
aprendió el autoritarismo que exhibe: analista

Reitera el Departamento
de Estado respaldo a
las elecciones en Honduras


Por Arturo Cano
Enviado/Periódico La Jornada
Jueves 19 de noviembre de 2009, p. 23

Tegucigalpa, 18 de noviembre. Estados Unidos manda a su hombre no para sacar a José Manuel Zelaya de "la mitad del río", sino para alejarlo más de cualquier orilla. "Parte importante de la solución para avanzar hacia el futuro son las elecciones hondureñas", dice el subsecretario de Estado adjunto para América Latina, Craig Kelly, ya asiduo visitante de este país.

Con la declaración se cierra toda posibilidad, si quedaba alguna, de que Honduras vaya a elecciones con su presidente legítimo. Kelly no necesita los "cinco minutos" que según Zelaya le tomaría a Estados Unidos reinstalarlo, sino menos de uno, para afirmar que "nadie tiene derecho de quitar al pueblo hondureño el derecho de votar y de elegir a sus líderes".

Da igual. El Congreso hondureño ya había anunciado que la sesión en que decidirá sobre la restitución del presidente Zelaya se realizará después de los comicios, y entonces Honduras tendrá tres presidentes: uno electo, otro de facto y uno más refugiado en la embajada de Brasil, país que, con Argentina, hace saber que no reconocerá al gobierno surgido de los comicios del 29 de noviembre, ya declarados "fraudulentos" por Zelaya y la resistencia que le acompaña.

Richard Lugar, el republicano más pesado en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadunidense, elogia la decisión del Congreso hondureño y pide que su país reconozca la elección si "reúne las normas internacionales de justicia y transparencia".

¿Cuáles observadores y con cuáles credenciales técnicas y democráticas calificarán si se cumplen las normas? A saber, porque hasta ahora, los únicos que han anunciado que vendrán son los amigos de ultraderecha y derecha simple del régimen golpista. Ni los legisladores republicanos de Estados Unidos pueden venir porque no hay demócrata que los acompañe.

Igual, Lugar pide a los países de la región, y "especialmente a Brasil", que admitan que la única vía para superar la crisis es el reconocimiento de los comicios.

Y como eso es lo más importante, los diputados que buscan la relección podrán terminar sus campañas sin distracciones y luego concentrarse en el "silencio electoral" de cinco días que la ley impone.


El Congreso hondureño, escuela de dictadores

El 2 de diciembre, ya confirmados en sus cargos, retornarán a sus curules, en un espantoso edificio en el centro de esta ciudad, donde el patio ha sido utilizado como prisión temporal para los zelayistas rijosos, quienes han rebautizado la plaza frente a la sede del congreso como "plaza de los diputíteres".

Ahí, lo más probable es que buena parte de los 128 diputados cumplan, una vez más, con una de las reglas de oro del sistema político hondureño: "Que cualquier reforma sea seguida de inmediato por una contrarreforma", como frasea el analista Manuel Torres. En este caso, la "reforma" es el acuerdo de Tegucigalpa-San José, tan celebrado e inmediatamente cachado por el Congreso hondureño para hacerlo trizas a fuerza de demoras.

El Congreso hondureño tiene, de verdad, sus peculiaridades. Torres, periodista de larga experiencia y acucioso observador de la realidad de su país, sostiene que una de las claves de la crisis "estructural" que atraviesa Honduras es "el enorme peso que tiene el Poder Legislativo".

Roberto Micheletti, afirma, no aprendió el autoritarismo que exhibe en los cinco meses que lleva en el poder, sino en sus más de 30 años como diputado en el Congreso Nacional, una "escuela de dictadores".

La clave es el reglamento interior del órgano legislativo, aprobado en la Constituyente de 1982 que dio fin a los regímenes militares, y hace de este congreso "el más antidemocrático de toda América Latina".

Tal reglamento otorga al presidente del Congreso un control absoluto de las decisiones y los dineros, y tal fue el cargo que tuvo Micheletti durante los últimos años.

El "enorme poder" del Legislativo ha llegado a extremos patéticos. En 2004, por ejemplo, el Congreso se arrogó la facultad de interpretar la Constitución. El Comisionado Nacional de los Derechos Humanos declaró inconstitucional la medida y más tarde la Suprema Corte hizo lo propio, en virtud de que según la propia Constitución, sólo el Poder Judicial puede interpretar la ley suprema. El decreto nunca llegó a publicarse, de tal manera que, desde entonces, el Congreso tiene la facultad de ajustar a su conveniencia la carta máxima del país.


Dictadura perfecta a lo catracho

Los dos partidos tradicionales tienen 117 de los 128 miembros del Congreso unicamaral. El Partido Liberal (PL) cuenta con 62 diputados y el Nacional (PN) 55. El resto se reparte entre tres pequeñas formaciones políticas, dos de las cuales se inclinan siempre hacia el mejor postor.

Gracias a su enorme peso en el escenario nacional, el presidente del Congreso, José Alfredo Saavedra, no se ha cansado de repetir acerca de la sesión para decidir el futuro de Zelaya: "Nadie nos puede imponer plazos".

El alarde de autonomía no es compartido por buena parte de los hondureños, que desde hace mucho sabe que los diputados llegan a sus cargos no por el apoyo de sus electores, sino por el respaldo de las diez o 15 familias más poderosas del país.

¿Cuántos de los 128 diputados "tienen dueño"? "Quizá con excepción de los seis de Unificación Democrática, todos", dice un veterano reportero de temas legislativos.

“Los industriales tienen a sus propios representantes de facto en el Congreso, de igual forma que los tienen los banqueros, los comerciantes importadores, los empresarios del turismo, la construcción o las telecomunicaciones… Es el sistema de lobby estilo Honduras, la red de influencias con la impronta nativa, el estilo criollo, la picardía aborigen”, describe Víctor Meza, ministro de Gobernación de Zelaya, en su texto Los grupos fácticos y la transición a la democracia, escrito antes de que ocupara su cargo.

El Congreso decide los nombramientos de los magistrados electorales, de las cabezas del Tribunal Superior de Cuentas y muchos otros órganos del Estado. Aunque el proceso es relativamente más transparente en el caso de la Suprema Corte de Justicia, puesto que hay nominaciones, a final de cuentas el pastel se reparte así: ocho magistrados para los liberales y siete para los nacionalistas. Cada cuatro años, la ecuación se invierte.

Ese congreso donde liberales (ahora divididos) y nacionalistas se reparten el queso, decidirá después de las elecciones, con la bendición de Estados Unidos: "Celebrar la votación el 2 de diciembre no es necesariamente incoherente con el acuerdo", afirma Ian Kelly, vocero del Departamento de Estado, desde Washington.

Kelly dice que Zelaya debe ser restituido antes de que termine su mandato, y nada más.

¿Le parecería bien al Departamento de Estado el 26 de enero?

"Espero que con la llegada de Arturo Valenzuela (como nuevo subsecretario para asuntos de la región) haya algún cambio, pero tal vez ya sea demasiado tarde", dice Vicki Gass, analista de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA, por sus siglas en inglés), cuyas palabras resumen el desencanto de quienes están contra la "legalización" del golpe de Estado por la vía electoral.

Micheletti sonríe con el enviado de Washington, que se regresa hoy mismo, mientras en las calles crece el rumor de que si Zelaya sale de la embajada será rumbo al exilio.

Manuel Torres, con Zelaya en el rechazo a un proceso electoral en estas condiciones, lo ve como una posibilidad: "Sí, creo que él está buscando proteger a su familia y a su círculo cercano, y después podría irse exiliado".

Sería la confirmación de una frase que a Torres le gusta repetir: "La dictadura perfecta no era la del PRI, es la del bipartidismo hondureño".

*

UNIVERSO CONSTITUYENTE

A Moisés Landaverde
Y Miguel Ángel Pavón.
Mártires


La tierra parte de su constitución
y Honduras será Morazánica
con Nueva Constitución.

Más que síntesis de huesos y músculos,
valores e ideas, somos del tiempo
que sólo es posible revelado del porvenir.

La Nueva Constituyente, fluye,
es parir sucesos de forma de vida,
útil, necesaria, viva.

Unos, unidos, todos, en hermandad verdadera
de país, nación, patria, matria, mata y raíz.

Pensar y producir, amar y parir, procrear y ser.
Una es la tinta, uno el añil de la sangre
y la vida como un poder ejemplar, dador,
venido de los metates y las trojas comunales.

Finito el tiempo y la persona,
la crianza y la comunidad,
la brasa, la ceniza y el bocado compartido
en la necesidad que la vida no es sola.

Y en soplo, los límites de la palabra,
juntándose a la capacidad de convivir;
que entendimiento es caudal
y convivencia, encuentro
de saber; que sólo se sabe lo que se participa.

Y ceñida a la mata la germinación,
alta la espiga,
verdadera la mazorca,
alimenta y se multiplica sin avasallar.

Calidad en el campo de crear
y diversidad en los llanos de creer
para crecer y liberar los torrentes de alegría
en la arena, el caracol y el infinito
de las palmas generosas.

Y no más ociosos los códices de la memoria
para destruir,
paliar,
empañar,
cuando todo puede ser sencillo y simple,
una liana que florece, un rostro que sonríe,
una niñez que aprende,
una población que surge y es surtidor.

Protagonista el conocimiento
y liberador su contenido,
un continente es un nido
y el océano, una marejada de palabras
que multiplica peces y panes.

Y en la química de la geografía,
un puñado de tierra
es para el que la esmera y la centuplica,
y otro puñado de luz
para el que le rasga conocimientos
y devela el primor de la patria.

En la música de la filosofía,
una matemática del gozo
y en reposo el laboratorio,
sabiéndose para el bien, método
y teoría que se cuestiona y se dona
con naturalidad de planicie
o enjambre de cotidianidades.

Diez, sólo debe ser probabilidad
en la pantomima de la generación
de gusto y encuentro,
entre el discípulo y el maestro,
que es una alegoría el vaivén
y nunca patíbulo la calificación.

Vidrio el color y religión la paleta
¡Quién no puede ser profeta,
en un barrio con biblioteca,
en una aldea con teatro,
y una geología con fe en los que habitan
la sabrosura de saber?

Moisés y Miguel, aprendizaje y maestría,
sencillez de almas gemelas,
teas, educadores populares,
defensores de la gente
y la Soberanía de la nacionalidad:
crisálidas de la Nueva Constitución,
en resistencia por siempre.

El ejemplo nace del barro del tiempo
y se extiende en la huellas de millones de pasos,
caminantes en esta alborada,
peregrinos en esta búsqueda de patria;
con nosotros se han venido juntando,
sus flamas que nacen de las manos francas
que son señales, no dinero, ni de armas:
sus vidas, les da el derecho a evolucionar lo vivo,
a gestar lo nuevo,
a retoñar siempre hoy, siempre pueblo.

Candelario Reyes García.
144 días en Resistencia.
Ejercer el VOTO en elecciones espurias,
es negarle futuro a la Constituyente.

*

Este poeta sí que sabe decir en versos lo que muchos quisiéramos decir de alguna manera. Gracias, Candelario amigo, por esta hermosa entrega poética que contribuye a elevar el espíritu en momentos tan críticos para la patria hondureña. Verdad de verdades: “La tierra parte de su constitución /y Honduras será Morazánica/ con Nueva Constitución”.

Juan Moreno

*

Elecciones 2009

Editorial Diario Tiempo
jueves 19 de noviembre del 2009

Por primera vez en la historia de Honduras se pretende volver al orden constitucional mediante elecciones generales ordinarias en Estado de facto, o sea sin que previamente el poder constituyente haya restablecido el Estado de derecho.

Para hacer esto se ha recurrido al sofisma de que el proceso electoral fue concebido e iniciado antes del golpe de estado militar, y, por lo tanto, no lo afecta el rompimiento constitucional e institucional, por ser éste dirigido y controlado por un organismo estatal autónomo, el tribunal supremo electoral.

Con esta falacia jurídica se intenta desconocer el hecho de que al romper la Constitución los poderes constituidos desaparecen y son suplantados por poderes de facto. Esto implica el trastorno de todo el sistema jurídico que solamente puede restaurarse con la acción primigenia de la voluntad popular, para lo cual es preciso convocar a la asamblea constituyente.

La desaparición de los poderes constituidos vuelve inexistente la legitimidad de los procesos políticos, especialmente la de aquellos relacionados con la continuidad del Estado de derecho, que, en buena lógica jurídica, no puede conseguirse bajo el dictado de un régimen de facto.

Es absurdo, entonces, invocar la Constitución para dar validez legal y legitimidad a un proceso electoral cuando no hay Constitución ni poderes constituidos por haber sido destruidos por la fuerza, en nuestro caso por el golpe de Estado del 28 de junio de 2009.

Tal como se presenta la situación en Honduras, por no haberse logrado la salida a la crisis política con el retorno al estado de cosas previo al 28 de junio/09, las elecciones del próximo 29 de noviembre no podrán resolver este problema fundamental porque sus resultados estarán al margen de los valores propios de la experiencia colectiva del pueblo hondureño.

El congreso nacional de facto, al fijar la fecha del 2 de diciembre/09 --después de las elecciones generales-- para discutir lo concerniente a la restitución del Poder Ejecutivo derrocado, le dio el tiro de gracia al Acuerdo Tegucigalpa/San José, lo mismo que a la ya tenue posibilidad de darle un barniz de legalidad y legitimidad al proceso electoral.

Este paso de los creadores de la crisis política resume toda la intencionalidad del golpe de estado militar, que vino evidenciándose en el transcurso de los diálogos de San José-Guaymuras y cuya culminación es, precisamente, ese pistoletazo de la mafia legislativa, la cual no atiende leyes ni entiende de honradez política ni de legitimidad.

Y esto es lo más grave en lo que a la crisis política y el futuro de la sociedad hondureña concierne, porque no es posible reconstruir del estado de derecho y la unidad nacional sobre una base en la que se ignore lo imprescindible de la justificación ética del poder y del liderazgo político, del origen y la aplicación de la ley y del principio de la autoridad, que es exactamente la legitimidad.

Nos preguntamos, entonces, ¿cómo es que la comunidad internacional y los Estados democráticos en particular podrían en estas condiciones reconocer la validez de los resultados electorales en Honduras, procedentes de un régimen de facto, por definición espurio? Si esto fuera pasado por alto, ¿qué sucedería a la democracia en Latinoamérica y a las instituciones como la OEA y la Carta Democrática Interamericana?

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