terça-feira, 15 de setembro de 2009

Fin de la Crónica

Por Rebeca Becerra

15 de septiembre de 2009, 3:45 p.m.

Y como no aguanté ver feliz a mi pueblo en una fiesta donde Roberto Micheletti hubiera querido ser invitado, tomé mis dos hijas y me fui a unirme, a llenarme de sudor, a saludar y platicar con personas que nunca he conocido, porque si algo nos ha enseñado esta lucha de resistencia es a conocernos a nosotros mismos, encontrar viejos amigos y amigas, vecinos y vecinas que jamás pensamos se embarcarían en esta maravillosa empresa; compartir comida, agua, la sombra de las sombrillas que se unen para quien quiera resguardarse, la solidaridad de protegernos entre nosotros mismos, cooperar con dinero para aquellas personas que no tienen para regresar a su casa; el pueblo se ha tomado de las manos para hacer vallas, manos que jamás habíamos estrechado.

Y la fiesta continúa Señor Micheletti, las actividades artísticas por la tarde, la caravana de carros; lo que sucede es que la lucha a pesar del hambre da más ganas de luchar; el cansancio no existe, somos los guerrilleros de la paz no nos rendiremos jamás.

De nada le sirvió Sr. Micheletti mandar a resguardar con elementos del ejército la estatua del general Francisco Morazán, porque ésta y los ideales de tan ilustre hombre que manchó llevándole arreglos florales que el pueblo no puede comprar sólo usted y sus compinches, le pertenecen a los humildes. Los pobres militares se retiraron como perros con la cola entre las patas, porque sus oídos no pudieron soportar el clamor de la verdad y Morazán lució la bandera nacional, la bandera con el rostro de Che Guevara, la bandera del partido liberal, la bandera de la Unión Democrática, y todas las banderas que han surgido del imaginario del pueblo.

Para boicotear la marcha de la Resistencia secuestraste la banda de guerra y las palillonas del Instituto Central Vicente Cáceres, como un vil capo enviaste un bus del ejército con hombres armados a amenazar a muerte a estudiantes de secundaria cuya arma es un instrumento musical y un bastón para deleitar al pueblo, es usted un excelente estratega militar que ni el general Pathon, MacArthur y mucho menos Napoleón pudieron haberse imaginado tal maniobra, pues la destreza y estrategia de sus operaciones son insuperables gracias al apoyo logístico de su hombre insigne Romeo Vásquez Velásquez, se necesita definitivamente de un ejército para detener unas palillonas y unos jóvenes que lo único que saben hacer es tocar canciones al ritmo de la juventud.

Los hiciste desfilar resguardados por militares a la par de tu demostración bélica en el estadio nacional, hasta donde llega tú desesperación, no te das cuenta que vas quedando solo. Quizás te llame a la reflexión decir que el pueblo más pacífico de la tierra, un pueblo hambriento, pobre, vestido con los harapos que jamás podrás lucir, es el más valiente del mundo.

VIVA LA RESISTENCIA

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