sábado, 24 de outubro de 2009

Infamia
en la acción
y en la palabra


Por Helen Umaña

Cuando escribo estas notas, la Resistencia ha contabilizado a una treintena de sus miembros asesinados por las fuerzas represivas. Vidas útiles cuyo delito fue no aceptar la imposición de un régimen ilegítimo y dictatorial y desear construir una Honduras más justa mediante la convocatoria a una nueva Asamblea Constituyente. Vidas dignas, sacrificadas por las fuerzas siniestras que dirigen el tinglado político del país.

El lunes 19 de este mes se divulgó que el decreto que imponía el estado de sitio, después de dos o tres semanas de calculadas dilatorias, se había publicado en el periódico oficial. Supuestamente, se había restablecido el derecho a disentir, a expresar inconformidad y a manifestar el desacuerdo con ideas o actos con los cuales no se comulga.

Sin embargo, ese día, cuando se inhumaron los restos del dirigente sindical Jairo Sánchez, se asesinó al maestro Eliseo Hernández Juárez, líder ecologista, dirigente de la Resistencia y candidato a vicealcalde en su comunidad. Además se «gaseó» y capturó a manifestantes en San Pedro Sula y Santa Bárbara. Entre los capturados estaba Julio Corea, Procurador de los Derechos Humanos que fue vapuleado salvajemente. El martes, en la primera ciudad, se reprimió la marcha de varias organizaciones feministas y, en Tegucigalpa, se asesinó a Marcos Martínez, dirigente de la colonia Divagna. Siempre en la capital, el miércoles se hirió de gravedad a Marcos A. Garay, presidente del Comité de Patronatos de Honduras y se capturó a varios de sus miembros. El 21, en San Pedro Sula, los represores agredieron de nuevo en el parque central. Todo esto ratifica que, en Honduras, la ley es papel mojado y sólo sirve para tratar de engañar al mundo. En la práctica, la maquinaria represiva está bien engrasada y no se detiene.

Ni se detendrá. Honduras gira ya en una espiral de violencia que puede durar un tiempo indefinido. Para estar de acuerdo con ese escenario, los medios desinformativos han recargado baterías con el propósito de condicionar la mente de los receptores para que acepten y vean como normal o justificada la intensificación de una operación de aniquilamiento que baraje lo selectivo y lo indiscriminado como forma de sembrar el terror y amedrentar a la disidencia. Los blancos ya están señalados: líderes populares específicos, pero también cualquiera que externe públicamente su descontento. Por los indicios que saturan el ambiente —a menos que, como por milagro, surjan fuerzas que se opongan a la locura fascista—, se está a un paso de reeditar la versión hondureña —corregida y aumentada— de la terrible historia que se vivió en décadas pasadas en otros países de Centroamérica.

El maquiavélico plan ya está en camino: intensificar las acusaciones de vandalismo o terrorismo contra los miembros de la Resistencia a la que se pretende criminalizar endilgándole el membrete de movimiento armado, insurgente o guerrillero. Las informaciones sobre supuestas compras de armas en los países vecinos apuntan hacia ese objetivo. Pronto veremos que cualquier acción punible que no pueda aclararse se le endilgará a la Resistencia a la que se asimilará, aún más, con las «maras» o con cualquier grupo disociador.

Ese contexto explica el aterrador mensaje de odio y exterminio formulado por Juan Ramón Martínez quien exhorta al Tribunal Supremo Electoral (léase ejército y policía) a que aplique «el látigo para detener a quienes pretenden turbar la tranquilidad nacional y comprometer el futuro de las nuevas generaciones» (La Tribuna, 20.10.2009). Una clara directriz metodológica dentro del criminal engranaje que pretende conducir al país a una guerra civil o a una situación de anarquía generalizada que tendría tres beneficiarios inmediatos: el régimen dictatorial que se implantaría definitivamente; los fabricantes y vendedores de armas y los consorcios farmacéuticos. Y con una especie de humor macabro también podríamos incluir a las empresas funerarias y a los fabricantes de ataúdes.

Desde el momento en que surge, la Resistencia ha enarbolado, como bandera de lucha, la no violencia. La resistencia activa. La desobediencia civil. Alimentada de un profundo pacifismo que reniega de la guerra como instrumento para dirimir los conflictos, con reiterada convicción, la Resistencia se ha opuesto a toda forma que implique el uso de la fuerza, ya que éste es un mecanismo irracional, antihumano y cavernario.

Esa filosofía de lucha hizo que la Resistencia encontrara un eco inmediato en inmensas capas poblacionales sin discriminación de ninguna especie: miembros de las diferentes etnias, campesinos, obreros, maestros, profesores y estudiantes universitarios, pintores, teatristas, maestros, médicos, escritores, periodistas, poetas, abogados, historiadores, amas de casa, comerciantes, personas de la tercera edad, candidatos a cargos de elección popular, músicos, religiosos católicos, pastores evangélicos, monjas, feministas, militantes de partidos políticos, etc.

Pero jamás, los miles y miles de hondureños que nos hemos integrado a la Resistencia hemos visto un arma o leído algún instructivo sobre formas de ataque o algo parecido. Asimismo, en cada caminata, un férreo comité de vigilancia ha impedido desmanes y acciones provocativas. Inclusive, han detectado a infiltrados con armas que han entregado a los cuerpos policiales.

Por eso mismo, nunca, en la historia del país, había surgido un movimiento con tal capacidad de convocatoria. Además, no se piense que está muerto. Cientoveinte días de lucha, que implican incalculables sacrificios personales: muertos, gaseados, capturados, toleteados y agredidos de mil maneras, no han hecho más que incrementar la rebeldía y la determinación de continuar oponiéndose a la arbitrariedad, razón por la cual se rechaza un proceso eleccionario impuesto, ilegal y «tutelado» por la mano militar.

Sólo un ciego mental o un espíritu obnubilado por el odio personal a Mel Zelaya puede equiparar ese conglomerado humano con hordas anárquicas y vandálicas. Al respecto, en el artículo citado, se vierten conceptos dignos de incluirse en una antología de la infamia: «La población le ha tomado la medida a la resistencia. Sabe que los seguidores de Zelaya, turbados por la falta de dirección conjunta, sólo actúan bien cuando se imponen la meta inmediata de destruir vidrieras, meterle fuego a los edificios o pintar vulgaridades en iglesias, edificios públicos o en las residencias de los líderes que les han plantado cara. Saben que no les motivan ideales que trasciendan más allá de la paga, la oportunidad de hacer turismo revolucionario; o la anticipación de soñar en recibir algunos beneficios que resulten de quitarles los bienes a los ricos para repartirlos entre los pobres». Palabras que, más que mellar a la Resistencia, vulneran conceptos éticos. Pero esto último, por cierto, parece excluido del vocabulario y de la práctica política golpista.

*

Maestra Helen:

Recién se me fue una nota incompleta, donde le expresaba mi total acuerdo con su artículo, bastante esclarecedor con respecto a la coyontura.

Le manifestaba tambien mi solidaridad, dado que Juan Ramón Martinez escribio otro artículo donde pedia que reprimieran a los intelectuales y maestros en virtud de ser más peligrosos que Manuel Zelaya Rosales. En esa ocasión nos acusó de ser "marxistas tardíos" que deseabamos desestabilizar la democracia burguesa.

Por estas recomendaciones de Juan Ramón, a quien afortunadamente no conozco personalmente, han aparecido muchos maestros asesinados. El otro día en una marcha sectorial, en Tegucigalpa, la policía hirió a tres escritores que participaban pacíficamente en esas acciones.

Estoy totalmente de acuerdo con sus afirmaciones en torno a las acciones pacíficas de la resitencia. Razón por la cual es inexplicable la conducta del aludido Juan Ramón, al llamar al ejército y a la policía para que masacre al pueblo hondureño. Lo más destestable es que esas recomendaciones las esgrime desde la falsa postura del gran gurú. Lo peor del caso es que la oligarquìa cree mucho en este individuo.

Maestra, le deseo buena, en lo que cabe.

Le admira y quiere,

Oscar Amaya Armijo.
*

Honduras:
Wendy Avila vive y
la lucha sigue, sigue


Con la bandera, Wendy Avila.

Por Ida Garberi*, desde Honduras

Sólo le pido a Dios
que el dolor no me sea indiferente,
que la reseca muerte no me encuentre
vacío y solo sin haber hecho lo suficiente”.

León Gieco

Existen hechos concretos, no sólo sentimientos o sensaciones, son los actos cotidianos de la vida, aquí, en Honduras, que me están haciendo confirmar mi opinión acerca de la raza humana, a seguir creyendo que realmente podemos crear un mundo mejor.

Aquí, en América Central, en la tierra de Morazán, estoy conociendo la solidaridad más inmensa que he encontrado en mis 44 años vividos entre una península europea erróneamente llamada “el hermoso país” (gracias a Berlusconi sólo puede ser descrito como “una republicucha de opereta”) y una isla heroica, Cuba, que es sin duda la responsable intelectual de esta revolución maravillosa de Centroamerica.

Un pueblo, que un día antes del 28 de junio pensó que podía aplicar su poder ciudadano, otorgado por su Presidente democráticamente electo, Manuel Zelaya Rosales, se encontró de repente en frente a los gorilas vestidos de soldados, dispuestos a pisotear todo los derechos constitucionales, incluso los más básicos.

He decidido acercarme a lo que está sucediendo en el tercer país más pobre de América Latina, y así, gracias a mi compañero de Prensa Latina, Raimundo López, que me ayudó en los contactos y me hizo comprender muchas cosas, dejo mi Cuba querida hacia Honduras.

Esperaba poder asistir al Primer Encuentro Internacionalista contra el golpe de estado y por la asamblea nacional constituyente en Honduras, organizado por el Frente Nacional contra el golpe de estado (una fuerza de resistencia que une a todos los ciudadanos hondureños de buena voluntad, pertenecientes a partidos políticos como el Liberal o Unificación Democrática, así como los movimientos indígenas como el COPINH y sindicales), pero, por desgracia, el tirano Micheletti, decide decretar el estado de sitio.

Los organizadores están obligados a suspender temporalmente esta conferencia por los peligros de represión de los golpistas, que no se preocupan por nada cuando masacran: en este caso, el color del pasaporte no hace ninguna diferencia.

Mi reacción no se hace esperar, informo a Juan Barahona, uno de los principales dirigentes del Frente Nacional, sobre mi deseo de explorar la situación en el país, sin querer crear un problema para el Frente, con la esperanza de que mi trabajo periodístico pueda aportar un granito de arena.

Su respuesta llena de calor mi corazón: Juan me dice que en Honduras hay muchos problemas económicos, pero ¡la solidaridad sobra!

Efectivamente, llegada al país centroamericano, fui acogida por una familia maravillosa, que es parte de la resistencia y que nunca quiso un centavo por mi estancia.

El primer día de mi presencia en Honduras tuve la suerte de que era un domingo, día en que los rebeldes contra el golpe de Estado hacen una Asamblea General semanal, en el siempre beligerante STIBYS (Sindicato de Trabajadores de la Industria de Bebidas y Similares) y llegué a conocer, desde el inicio, los principales protagonistas de esta gran lucha por la libertad.

Sin querer ofender a toda la gente maravillosa que encontré, la persona que me dio el impacto emocional más fuerte fue Edwin Espinal, un joven imponente y tristemente bello, que quise conocer por su historia conmovedora.

Edwin es el marido de Wendy Avila, una de las jóvenes víctimas de este gobierno asesino. Esta joven pareja, él de 30 años y ella 24, siempre se han desempeñado en las organizaciones sociales. Wendy, que era una estudiante de Derecho en la Universidad Tecnológica de Honduras, ayudaba también a la alfabetización de los menos afortunados de su colonia (barrio).

Desde los primeros momentos de este terrible golpe de estado se incorporaron a la resistencia, entregando todo el entusiasmo que dos jóvenes llenos de vida pueden donar con sus ideales.

Edwin ha aceptado un papel difícil en la resistencia, porque, siendo motociclista, con un grupo de unos 50 amigos, precede las pacíficas marchas interminables del Frente, con el fin de proteger a los manifestantes, deteniendo el tráfico para dejarlos pasar y obstruyendo la represión policial.

Es una posición peligrosa, porque los primeros son los más afectados por la cínica policía y los que respiran más los gases lacrimógenos.

Wendy, lamentablemente, era asmática y su salud se estaba deteriorando a causa de la inhalación de estos gases tóxicos que los militares lanzan contra la multitud indefensa sin piedad. Edwin estaba tratando de persuadir a su esposa a quedarse en la casa, en los últimos días, pero Wendy no podía aceptar abandonar la lucha: quería estar presente en el día de la victoria final.

“El hecho es que desde el terrible 28 de junio toda la gente con conciencia tuvo que bajar a las calles para rebelarse contra la violencia enorme que nos habían hecho, nos quitaron la primera posibilidad que hemos tenido en la historia de Honduras, del derecho a una oportunidad de desarrollo igualitario”, dice Edwin.

“Pero ahora tengo una tarea más: el recuerdo de Wendy, su lucha con el pueblo y por el pueblo no puede y no debe borrarse de la mente de los hondureños y de todos los revolucionarios del mundo”.

Antes de empezar la entrevista, no sabía cómo iba a reaccionar Edwin, por el sufrimiento de una muerte tan reciente que todavía no ha sido capaz de interiorizar la ira, la impotencia, las mentiras que tuvo que enfrentar, que no han permitido todavía metabolizar el gran vacío que ahora está a su lado. Estoy profundamente impresionada por la fuerza interior de este joven, quien me cuenta su historia con calma y con un tono firme y decidido de la voz, los músculos faciales son casi inmóviles, sólo lágrimas silenciosas que caen de sus ojos color de miel, revelan el huracán que está trayendo en su corazón.

Al verlo, pienso en las familias de las otras 22 personas asesinadas por el tirano Goriletti: los heridos, los violados, física y moralmente, en toda esta violencia gratuita que está afectando al movimiento de resistencia pacífica: ellos, los rebeldes, serian merecedores del Premio Nobel de la Paz!!

Edwin accedió a contar su tragedia, para denunciar lo que los golpistas se niegan a reconocer a los 120 días de resistencia, porque todo el mundo sabe que Micheletti es un asesino loco, un hombre sin alma que cree que puede detener el poder del pueblo con armas.

“Ningún gobierno puede durar mucho tiempo sólo con la fuerza, la comunidad internacional es testigo de nuestra lucha pacífica y de que ninguno de nosotros nunca se rinde ante tal brutalidad, porque sabemos honrar a los muertos, como mi querida Wendy" -dijo Edwin.

Luego, la ira sale de sus ojos mientras afirma que los gorilettis han comprado los médicos que atendieron a su esposa antes, y el medico forense después, para que digan que Wendy había muerto por el virus de la influenza A H1N1, un absurdo, ya que ninguno de los más cercanos a ella habían sido infectados, una forma de actuar que demuestra la cobardía y el miedo de los autores de este terror, los animales ahora están asustados porque la justicia inexorable caerá sobre ellos cuando retorne el orden constitucional en el país.

“Pueden creer que actuando así todo queda olvidado, pero se equivocan, para los golpistas, para los que han violentado el orden constitucional del país, para los que han perturbado el orden democrático en Honduras no habrá perdón ni olvido”, me dice Edwin categóricamente.

“Gracias a la labor realizada por nuestro presidente constitucional, Manuel Zelaya Rosales, descubrimos que también nosotros podemos tener la oportunidad de un desarrollo social justo y sostenible. Usted que tiene el honor de vivir en Cuba sabe muy bien que esta isla del Caribe ha sido, es y será siempre el faro de América Latina. Gracias a ella, su heroica resistencia contra el imperialismo, los otros países hermanos han sido capaces de desarrollar este movimiento maravilloso del siglo XXI. Cuba nos ha hecho respirar la posibilidad de ser capaz de resistir a un enemigo mucho más poderoso que nosotros mismos”.

“Mi pueblo está luchando día a día por un mundo mejor, por esta lucha Wendy llegó al máximo sacrificio, siguiendo los ideales y los sueños del Comandante Che Guevara y deseaba visitar Cuba y darle la mano al Comandante en Jefe Fidel Castro. Ahora ella ya no puede hacerlo, pero espero que puedan llegarle mis saludos y todo mi respeto”.

Doy las gracias a Edwin por estas hermosas palabras, que me conmueven profundamente y con las que, además, estoy completamente de acuerdo.

Y ahora, puede ser que me deje llevar por la ira y por la impotencia ante la situación, pero en este momento preciso me acuerdo de la historia de Italia y pienso en otro dictador asesino (Mussolini), y me gustaría enviar un mensaje de advertencia al usurpador Micheletti: tenga cuidado, porque esta inmensa multitud que hasta ahora sólo ha sido guiada de sentimientos de amor, pudiera cansarse y decidir que la única posición correcta para el jefe del golpe de Estado sería con la cabeza para bajo, al revés, colgado en el Parque Central, frente a la estatua de Morazán……

* La autora es responsable de la página web en italiano de Prensa Latina.

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