sábado, 8 de agosto de 2009

Honduras: La obscenidad de un
obispo y los muertos de la China


Jorge Capelán
Rebelión


Acabo de escuchar una asombrosa entrevista con el golpista obispo auxiliar de Tegucigalpa monseñor Darwin Andino por Radio Globo de Honduras.

La valiente periodista Ariela Cáceres sometió al tal monseñor a un duro cuestionamiento. Darwin Andino negó obstinadamente que hubiesen habido muertos durante el golpe de estado negando además, por supuesto, que en Honduras hubiese ocurrido golpe alguno.

Todo esto lo decía al tiempo que aclaraba, sin el menor rubor, que él no tomaba partido por ningun bando desde su evangélica posición de imparcialidad celestial.

Monseñor Andino, negación de Darwin y prueba vivente de la involución humana en lo moral, reconoció hacia el final de la entrevista que han habido "algunos muertos" desde el 28 de junio, pero que eso para nada se compara a la horrenta masacre perpetrada por el antidemocrático (y ateo) régimen comunista de Pekín en la plaza de Tianamen en 1989.

El problema del monseñor golpista evidentemente no tiene nada que ver con las matemáticas sino con la deontología. Sin embargo, es oportuno el hacer un par de simples cálculos porque ¿será verdad eso de que la masacre de Tianamen fué peor que las masacres de Micheletti? Veamos:

Según un artículo del New York Times del 21 de junio de 1989, en la Plaza de Tianamen hubo de 400 a 800 muertos - esas son las cifras generalmente aceptadas. En 1989, China tenía 1 127 millones de habitantes.

En Honduras han muerto por lo menos siete personas desde el 28 de junio:

Un grupo de activistas guatemaltecos de los derechos humanos que había estado de visita en el país reportaba el 7 de julio al menos cinco muertos. Desde entonces, tenemos a los maestros Roger Vallejo y Martín Florencio Rivera Barrientos.

También hay otros casos de personas que han sido encontradas con incontables puñaladas en el cuerpo y señas de tortura, etcétera, pero vamos a ser generosos. No contaremos tampoco a la gran cantidad de desapariciones que han sido denunciadas. Démosle al moralmente impedido monseñor Andino el beneficio de la duda o - tal vez más apropiado a su alma de tendero de la fe - rebaja por los muertos.

La población de Honduras es, según datos oficiales, de 7 326 496 personas.

Si dividimos la cantidad de muertos entre la población total de los respectivos países tendremos que:

China: 800 muertos (por lo alto) entre 1 127 millones de habitantes igual a 0,000000709, es decir 0,7 muertos por millón de habitantes.

Honduras: 7 muertos (por lo bajo) entre 7 326 496 habitantes nos da 0,000000955, es decir 0,95 muertos por millón de habitantes, es decir, casi un muerto por millón.

Sí, lo sé. Es una matemática obscena. Pero un mundo en el que los altos sacerdotes de la CNN y los de la Iglesia Católica tratan de manera tan distinta a los muertos lo es mucho más.

Al finalizar el programa de Radio Globo un periodista reportó que diez hondureños que trataban de regresar a su país desde Nicaragua habían sido interceptados por tropas del ejército en la frontera. Tres de ellos fueron salvajemente golpeados y luego llevados a paradero desconocido por los uniformados.

Los siete que lograron huir alertaron a la prensa con sus celulares.

*
Honduras, ¿rebelión en la granja?
Jorge Camil
La Jornada

Cuando Mr. Jones, el dueño de Manor Farm, se fue a dormir en medio de un sopor etílico, los animales se congregaron en el granero y planearon la rebelión. Bajo la dirección de los cerdos comenzó el golpe de Estado. Los más inteligentes, Napoleón y Bola de Nieve, dirigieron al grupo que se apoderó de la propiedad y pintó sobre el antiguo letrero un nombre nuevo: Granja Animal. Publicaron siete "mandamientos" que se convirtieron en la esencia del "animalismo": se prohibió caminar en dos patas, y a quienes caminaran en cuatro o tuviesen alas se les calificaba como amigos. Tenían prohibido vestir ropas o dormir en una cama. Ningún animal podía beber alcohol o matar a otro animal. El último mandamiento estipuló que "todos los animales son iguales". Con el paso del tiempo, Napoleón eliminó a Bola de Nieve y se convirtió en dictador absolutista; fraternizó con humanos, caminó en dos patas, usó la ropa de Mr. Jones y durmió en las camas en el interior de la granja; bebió alcohol y organizó francachelas.

A medida que sucedían los acontecimientos los animales de larga memoria comenzaron a notar que algunos "mandamientos" en la pared de la granja sufrían modificaciones: "cuatro patas son buenas, dos son mejores". La prohibición de dormir en una cama se transformó en una cama "con sábanas". Y la de no matar se limitó a crímenes "sin causa justificada". Cuando Napoleón descubrió el güisqui de Mr. Jones, a la prohibición de no beber se le añadieron las palabras "en exceso".

Finalmente, el lector de esta maravillosa sátira de George Orwell, una de las 100 mejores novelas en lengua inglesa, comienza a adivinar la suerte del último mandamiento, al que yo le daría el título de "postulado democrático". A la consigna que decía "todos los animales son iguales" se le incluyó un calificativo: "pero algunos son más iguales que otros".

Mientras leía el artículo de Roberto Micheletti, publicado en Wall Street Journal (WSJ) el 27/7/09, me reí como nunca. Sus explicaciones sobre la expulsión de Manuel Zelaya, y los "fundamentos legales" para que los poderes fácticos tomaran el poder por la fuerza de las armas, eran extraídos de las páginas de Animal Farm (Rebelión en la granja, en español).

Los soldados no irrumpieron a media noche y con violencia en el domicilio de Zelaya para enviarlo al exilio: "cumplían órdenes de la Suprema Corte", porque el ejército es la "agencia indicada" para ejecutar esos mandamientos constitucionales conforme a derecho hondureño. (¡George Orwell debe estar regodeándose en la tumba!) Por eso, prosiguió Micheletti su cínico relato, el arresto de Zelaya "fue instigado" por autoridades constitucionales y civiles de Honduras, no por los militares (¡otra página de Animal Farm!). Y para darle un mayor viso de legalidad al golpe de Estado, Micheletti afirmó que la mayoría del Congreso, el comisionado de Derechos Humanos, cuatro de los cinco partidos políticos, los dos candidatos presidenciales y hasta el cardenal hondureño estuvieron de acuerdo en que Zelaya actuó ilegalmente.

Por fin, Sr. Napoleón Micheletti, ¿los actos violatorios de la Constitución hondureña son sancionados por la Suprema Corte o por consenso de los poderes fácticos? Los golpistas hondureños continúan pintarrajeando consignas para justificarse frente a la comunidad internacional.

Según Micheletti (¿cómo pudo el WSJ publicar un artículo de opinión semejante?), cuando Zelaya fue arrestado "ya no era presidente de Honduras", porque el artículo 239 de la Constitución establece que cualquier presidente que pretenda enmendar la Carta Magna para relegirse "queda automáticamente descalificado" para ejercer el cargo. ¿Y el debido proceso legal, Sr. Goriletti?

En la mañana del 27 de julio pasado los hondureños descubrieron una nueva consigna en la pared de la granja: Micheletti aseguró que "días antes de su arresto, Zelaya había retirado millones de dólares en efectivo del Banco Central": ¡eso lo justifica todo! Para quienes insinúen que Estados Unidos no participó en el golpe sugiero escuchar la conferencia de prensa del jefe de la delegación de Micheletti que negoció con Óscar Arias. "Gracias, presidente Arias", por aquí y por allá; "por su inteligencia, sus consejos, por su atinada mediación". Éste es el momento de la verdad para Obama. No basta condenar el golpe de Estado ni negar visas a los diplomáticos golpistas. No es suficiente participar en sesiones de la OEA, para adoptar resoluciones idénticas a las de Naciones Unidas y la Unión Europea. Es preciso suspender relaciones y cualquier ayuda económica a los golpistas.

Fue triste la visita de Manuel Zelaya a México. Un presidente constitucional nómada, que va por la comunidad latinoamericana pidiendo apoyo y siguiendo el juego de Washington, mientras los golpistas se consolidan cada día más en el poder. Roberto Micheletti fijó la pauta en el WSJ: "suponiendo que todas las partes acuerden el regreso de Zelaya, yo creo que no podemos confiar en que observará la ley. Por eso debemos procesarlo". O sea, ¡procesarlo a priori por delitos imaginarios!
(Encaminhado pela resistência)

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