domingo, 30 de agosto de 2009

Detengan la implicación israelí
en la represión del pueblo
hondureño y latinoamericano


Allan Macdonald.

Declaración con motivo del día de acción global contra el Golpe de Estado en Honduras - 28 de agosto 2009

Desde la campaña palestina contra el Muro de Apartheid, elevamos nuestra voz y nos sumamos a todos aquellos que hoy protestan contra el golpe de Estado en Honduras, la dictadura, y la represión impuestos por el régimen de Micheletti. Como palestinos sabemos que somos parte de la misma lucha que tiene lugar en Honduras.

Todos somos conscientes de que este crimen no habría podido suceder sin el apoyo activo de gobiernos extranjeros.

Varias fuentes indican que no sólo ha intervenido la inteligencia norteamericana, sino también el ejército y la inteligencia israelí. Israel tiene ya una larga historia de apoyo a la represión de los movimientos populares de América del Sur. Desde la Contra nicaragüense a las dictaduras paraguaya, argentina y chilena. Siempre han recibido armas israelíes, servicios secretos y procesos de formación militar. Hoy, Colombia es probablemente el principal receptor de armas israelíes. El líder paramilitar colombiano y traficante de drogas Carlos Castao ha declarado "he aprendido multitud de cosas en Israel y le debo a ese país parte de mi esencia y de todos mis logros militares y políticos"(1) .

Teniendo esto presente, no nos sorprende recibir noticias de la implicación israelí en el golpe militar y el derrocamiento de la democracia hondureña. Estamos profundamente preocupados en diferentes niveles por la implicación israelí en el golpe hondureño.

Al mismo tiempo que el continente americano ha aislado al régimen hondureño, el líder del golpe ha anunciado el apoyo israelí que su gobierno recibe. Varios analistas han señalado que en los meses previos al golpe, la Embajada israelí fue testigo de intensos movimientos diplomáticos con representantes de la oposición, incluído Micheletti (2).

CODEH ha denunciado que el régimen de Micheletti ha contratado comandos israelíes para entrenar a las fuerzas hondureñas en el uso de violencia contra los manifestantes, incluyendo los asesinatos selectivos, para instaurar el terror y desmantelar la resistencia. Informan también que compañías de seguridad privadas están implicadas directamente en la represión (3) .

Las descripciones realizadas reproducen los mismos patrones de ataque que sufren los palestinos cuando se manifiestan contra el Muro y la ocupación de israelí. Israel desarrolla una guerra de baja intensidad contra las comunidades que resisten contra el Muro, reprimiendo a los pueblos en su conjunto y no sólo a los individuos que habitan en ellos. Esto incluye la represión violenta de manifestaciones, asesinatos selectivos de activistas (casi siempre los responsables de las manifestaciones), el castigo colectivo y el terror psicológico (4) .

La experiencia que puede proveer el ejército israelí al régimen hondureño se deriva del asesinato, la represión y la limpieza étnica de los palestinos. Además, los beneficios económicos que Israel extrae de su comercio de armas con América del Sur permite que la industria armamentística se refuerce y mantenga la ocupación y colonización de nuestras tierras.

La implicación israelí en el golpe de Honduras no es mas que la extensión lógica de sus políticas. Para Israel, un Estado colonial construido a partir de la expulsión y represión de la población originaria, el aumento de fuerzas anti-coloniales de carácter emancipatorio en cualquier lugar del mundo, supone una amenaza al paradigma desde el cual ha sido creado. La colaboración israelí con las políticas más conservadoras de los Estados Unidos convierten su implicación en el golpe en una necesidad política.

La implicación israelí en el golpe hondureño alcanza mucho más allá de Honduras, convirtiendo su presencia militar y diplomática en una amenaza para todos los regímenes democráticos del continente. Este golpe no supone sólo una agresión brutal contra el pueblo hondureño sino que sirve como modelo para renovar las agresiones contra el conjunto del continente.

Por eso convocamos a todos los estados democráticos de América del Sur a tomar una posición firme y con principios contra los crímenes israelíes y las violaciones de los derechos humanos en las que están implicados, así como a su implicación histórica y presente en el apoyo a regímenes represivos. Les pedimos:

- rompan sus relaciones con Israel.
- Expulsen a los asesores militares israelíes y sus empresas de seguridad.
- Cancelen sus compras de armamento israelí.

Las fuerzas democráticas y progresistas así como sus alianzas regionales (ALBA, MERCOSUR) deben adoptar un compromiso firme en defensa de los derechos humanos y la democracia para su región y en todo el planeta. Israel no sólo asesina, tortura y encarcela a los palestinos. Demasiados sudamericanos han sufrido ya debido a los paramilitares entrenados en Israel y han muerto debido a sus armas.

La Campaña Palestina contra el Muro de Apartheid. *

* La Campaña Palestina contra el Muro de Apartheid es el principal instrumento de base para la coordinación de la lucha contra el Muro. Somos una coalición de 10 comités populares que representan a 100 comunidades, comités de jovenes y ong´s palestinas. Actuamos como la voz de las comunidades locales y como su instrumento de coordinación y movilización a nivel nacional Somos parte de la lucha global contra el colonialismo y el racismo Nos movilizamos y coordinamos la convocatoria de Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel a nivel local, nacional e internacional.


Fonte: Rebelión.

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Balanço UNASUR

Uribe tuvo que defenderse de las
críticas del resto de presidentes

Texto de la cumbre de UNASUR exige no injerencia en asuntos internos para garantizar la integración regional

Por Stella Calloni (La Jornada)

Después de siete horas de debate y un comienzo tenso, los 12 presidentes de los países miembros de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), varios de los cuales rechazaron con argumentos contundentes la presencia de bases militares de Estados Unidos en territorio colombiano, acordaron un texto en defensa de la no injerencia en asuntos internos de los pueblos para garantizar la integración regional y se pronunciaron por la paz y la preservación de los recursos naturales, en un documento moderado.

El mandatario colombiano, Álvaro Uribe, tuvo que defenderse de críticas de sus colegas en el hemisferio por permitir que Estados Unidos utilice siete bases militares en territorio colombiano.

No nos engañemos, ustedes no van a poder controlar a los estadunidenses, dijo su par ecuatoriano, Rafael Correa, quien sostuvo que su país ya tuvo esta experiencia cuando Estados Unidos hacía uso de la base de Manta.

Asimismo se citó a una reunión de cancilleres en la primera quincena de septiembre, para diseñar medidas de fomento en materia de confianza y seguridad y avanzar en una estrategia sudamericana de lucha contra el narcotráfico, y convocar al Consejo de Defensa de la Unasur para analizar la estrategia militar de Estados Unidos en la región.

Al inaugurar la cumbre en un hotel de San Carlos de Bariloche, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sostuvo que se iba a fijar una doctrina sobre como la Unasur va a tratar la instalación de bases de un país que no forme parte de la América del Sur en cualquiera de nuestros territorios, en referencia a la presencia Estados Unidos en Colombia.

Recordó la experiencia local en las islas Malvinas de Argentina, donde están instaladas en forma unilateral, por la fuerza, bases de una potencia ni siquiera extrasudamericana, sino extracontinental.

Agregó que su país no es ajeno a los temas que se iban a tratar, pero que no se iba a hacer alarde de victimización, y que no se necesitaban “discursos altisonantes que sirvan para el ocultamiento de los hechos que tenemos que analizar aquí (….) esta alteración en nuestra América del Sur debe ser abordada con mucha responsabilidad histórica”.

Fernández comentó un pedido que le hizo llegar el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, para que trasmitiera a sus colegas que tuviesen pronunciamientos similares a los adoptados por Estados Unidos de cancelar visas y cuestiones comerciales a los sectores que dieron el golpe en su país.

Durante la reunión, el presidente venezolano Hugo Chávez sostuvo que “las bases militares son la estrategia de la dominación global de Estados Unidos y su verdadero interés es expandir su dominio y no ayudar a Colombia a combatir el narcoterrorismo.

Chávez presentó el documento titulado Estrategia global de bases de apoyo, incluido en el Libro Blanco del Comando Sur con diapositivas. Allí se revela que Estados Unidos propone bases como las que se instalaron en Colombia y que fueron el motivo de esta reunión de emergencia.

Esas y otras bases facilitan la movilidad de tropas y equipos de Estados Unidos, con un peligroso alcance de control regional. Es un plan de avance regional, donde una de las bases que se instala en Colombia en la frontera con Venezuela, la de Palanqueros, tendrá aviones de la más avanzada tecnología de guerra cuyo alcance abarca a toda la región.

Ante esta situación, Correa solicitó que el Consejo de Defensa de la Unasur analice las implicaciones que esto tiene y que se prepare un documento para pedirle luego una reunión urgente al presidente Barack Obama.

Correa hizo quizás la más acabada presentación para demostrar por qué no debían instalarse bases estadunidenses en Latinoamérica, un informe completo con pruebas, cifras y argumentos sólidos.

Ecuador tuvo una base militar de Estados Unidos en Manta. Nos nos engañemos: no hay cómo controlar lo que los estadunidenses hagan en las bases que le cederá Colombia. ¿Quién va a controlar a los estadunidenses?, dijo el mandatario en rueda de prensa.

Para Correa no es posible verificar si un avión que opera en una base es usado para vigilar a narcotraficantes o para interferir las comunicaciones o los radares de otros países de la región. Tuvimos esa experiencia en Ecuador y no seamos ilusos con eso.

Desde el estallido de la crisis diplomática por el acuerdo entre Bogotá y Washington, el presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, ha insistido en que se expidan garantías jurídicas que las tropas no serán utilizadas para operaciones fuera de Colombia.

En la visión de Correa, el hecho de que países firmen un acuerdo no significa que en un determinado momento éste sea roto, y por lo tanto para que las garantías sean verosímiles es necesario que la región fortalezca la confianza mutua entre los países.

La decisión de Estados Unidos de no acatar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) durante la guerra de las Malvinas, en 1982, y apoyar a Gran Bretaña contra Argentina, dijo el presidente Correa, es el ejemplo claro de que los países firman acuerdos y después los rompen según su conveniencia.

Para Ecuador no queda otra salida que confiar en la Unasur. El Consejo de Defensa hará un examen de la situación y nosotros veremos más adelante. Esperamos que eso nos permita normalizar las relaciones entre los gobiernos de Ecuador y Colombia.

Correa recordó que en las discusiones en la cumbre el presidente Uribe pidió que lo ayudemos a cumplir sus compromisos, y si es para el bien de la región recibirá toda nuestra ayuda.

La presidenta de Argentina consideró que el narcotráfico y el terrorismo se combaten con operaciones de inteligencia y contrainteligencia y no con bases militares, que están más relacionadas con guerras convencionales.

También tomó en cuenta el tema del documento presentado por Chávez y dijo que las bases militares tienen más que ver con operaciones de guerras convencionales que con dispositivos para la lucha contra el narcotráfico.

Los tres mandatarios pidieron al presidente colombiano Álvaro Uribe que dé a conocer con toda exactitud el convenio que ha firmado con Estados Unidos.

Uribe defendió el acuerdo con Estados Unidos y terminó confesando que ya estaba cerrado, con lo cual daba como hecho consumado la instalación de las bases, que describió como una ayuda práctica y eficaz en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.

Correa relató como las tropas de Estados Unidos en la base militar de Manta, que ordenó desmantelar en su país, mandaban a las fuerzas de seguridad locales. Lo mismo comentó el presidente de Bolivia Evo Morales, cuya posición fue muy precisa: prohibir la presencia de bases militares extranjeras en América Latina.

Correa y Morales demostraron que la presencia en la región de la DEA, la agencia antidrogas de Estados Unidos, no solamente no había mejorado la lucha contra el tráfico de drogas sino que incluso éste se había incrementado.

El mandatario ecuatoriano le recordó a Uribe cómo se descubrió que soldados estadunidenses llevaban drogas y dio cifras que demostraron que las fuerzas locales habían sido más eficientes.

Por primera vez en una cumbre de la Unasur se trataron estos temas de fondo, lo que mostró las diferencias y la decisión de la mayoría de no permitir provocaciones de ruptura de este mecanismo.

Dignidad en el sur

Durante la cumbre extraordinaria de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) que se desarrolló ayer en Bariloche, Argentina, la mayoría de los gobernantes de la región expresaron su rechazo al acuerdo suscrito entre los regímenes de Colombia y Estados Unidos, encabezados por Álvaro Uribe y Barack Obama, respectivamente, que permite a Washington operar siete bases militares en territorio colombiano. Durante el encuentro, la anfitriona Cristina Fernández de Kirchner trazó un paralelo entre este hecho y la experiencia terrible que ha implicado la operación de bases británicas en las Malvinas; el mandatario venezolano, Hugo Chávez, afirmó que la suscripción del acuerdo entre la Casa Blanca y el Palacio de Nariño forma parte de la estrategia global de dominación de Estados Unidos; el presidente de Bolivia, Evo Morales, señaló que no se puede permitir la presencia militar extranjera en nuestros territorios: es un mandato noble que nos dan nuestros pueblos, y el mandatario de Ecuador, Rafael Correa –quien ejerce la presidencia pro tempore de la Unasur– solicitó una reunión urgente con Obama para tratar el tema. El sentir de los gobernantes se vio reflejado en un documento final en el que se afirma que la presencia de fuerzas militares extranjeras no puede (...) amenazar la soberanía e integridad de cualquier nación sudamericana y, en consecuencia, la paz y seguridad en la región.

Por su parte Álvaro Uribe insistió en defender el acuerdo de su gobierno con Estados Unidos, señaló que con la instalación de las bases referidas no hay renuncia, ni abdicación de soberanía, e incluso las calificó como una ayuda práctica y eficaz contra el narcotráfico y el terrorismo.

Es saludable que exista en la región un grupo de gobiernos que, no obstante provenir de expresiones políticas e ideológicas distintas, estén dispuestos a llamar a las cosas por su nombre, a defender las respectivas soberanías nacionales y a rechazar un acuerdo que implica, en última instancia, una profunda amenaza de desestabilización en el subcontinente.

Contrario a lo que señala Uribe, no hay elemento alguno que justifique la instalación de este tipo de bases en Colombia: como señaló ayer mismo la presidenta de Argentina, el narcotráfico y el terrorismo se tienen que combatir, entre otras cosas, con medidas de inteligencia y contrainteligencia, no con el establecimiento de enclaves militares, y el propio Uribe debería saber, tras la experiencia de la aplicación del desastroso Plan Colombia, que la estrategia antinarco ofrecida desde Washington no arroja saldos particularmente positivos y sí potencia el desarrollo de escenarios de tintes bélicos y de violaciones sistemáticas a los derechos humanos.

En cambio, existen razones de peso para sustentar el rechazo de los gobiernos sudamericanos a la presencia militar de la superpotencia en Colombia: históricamente, Washington ha brindado apoyo a golpes de Estado que asolaron la región el siglo pasado y ha respaldado la imposición de gobiernos títeres, ha mantenido un constante injerencismo económico en estos países, y ha emprendido ofensivas sistemáticas en contra de la integridad territorial y el pleno usufructo de los recursos naturales de las naciones al sur del río Bravo. Por lo demás, sería pertinente que Bogotá prestara atención a lo expresado ayer por el propio Rafael Correa, cuando, al recordar que Estados Unidos ocupó durante años la base de Manta, en territorio ecuatoriano, concluyó: No nos engañemos: no hay cómo controlar lo que los estadunidenses hagan en las bases que les cederá Colombia.

Hasta ahora, el pretendido giro de Obama en materia de política exterior no ha pasado de ser un conjunto de buenas intenciones. En lo que se refiere a Latinoamérica, acuerdos como el que se comenta revierten los avances que pudieran haberse dado a nivel discursivo, reafirman el carácter imperial y colonialista de Washington y sus afanes hegemónicos en la región, además de que permiten ponderar el peso específico que mantienen el Pentágono y el complejo militar-industrial en la política de ese país.

Sería por demás lamentable que el decoro y la dignidad expresados ayer por los gobernantes sudamericanos encontraran como respuesta la misma arrogancia imperial que en su momento demostraron los antecesores de Obama. Cabe esperar que éste exhiba sensatez e inteligencia, comprenda que ni Colombia ni su país enfrentan amenazas que justifiquen el establecimiento de estos enclaves militares y atienda al llamado que le han hecho los gobiernos del sur del continente.
Fonte: Rebelión.

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Unasur: halcones,
timoratos/as y revolucionarios

Por Carlos Aznárez

Realmente es un gran avance esto de poder ver en directo las grandes cumbres de nuestros presidentes latinoamericanos. Permite observarlos tal cual son, expuestos, con sus grandezas, que las hay, y sus defecciones, que no sobran.

Lo visto y oído en la Cumbre de Unasur en Bariloche es un indudable ejemplo de ello.

Los bloques perfectamente delimitados dentro de lo que se muestra (y en algunos aspectos lo es, por lo menos en su gran mayoría), como la unidad de los que gobiernan en el sur del continente.

Allí está el discurso autoritario de Uribe Vélez, el hombre de la parapolitica, el generador del militarismo ilegal que proviene desde la época en que fundara las “Convivir”, semilla de lo que luego fueron (y aún son) las Autodefensas de Colombia, que tanto terror y muerte sembraron en el país. Se queja Uribe en Bariloche de que los demás presidentes no lo comprenden en su lucha contra el narcotráfico y el “terrorismo”. Precisamente él, que pactó con los grandes carteles colombianos, la inclusión de gobernadores, alcaldes, diputados y concejales que responden directamente a las indicaciones de los narcos. Gimotea Uribe compasión a sus colegas de Unasur, diciéndoles que las bases gringas son necesarias para terminar con ese flagelo y el de la guerrilla, y como si fuera un mago de circo de pueblo, advierte muy suelto de cuerpo: “necesitamos ese apoyo para terminar con quienes nos han asesinado líderes sindicales”. Lo dice sin pestañar, sabiendo mejor que nadie que esos dirigentes del pueblo fueron ejecutados por su propio ejército, legal o ilegal, qué mas da.

“Con esta situación de inestabilidad, producto de los asesinatos de los terroristas, los que más sufren son los pobres”, dice el mandamás, apuntalado por su canciller Bermudez (otro que debe el cargo a la parapolítica), y no explica por qué son los pobres de toda Colombia los que le reclaman a gritos que no insista con su política de hambre y terror, por qué son los indígenas de los cuatro puntos del país que marchan una y otra vez en mingas de resistencia exigiendo paz sin cementerios, sin desforestación, sin trasnacionales que les arrasan sus tierras ancestrales, sin motosierras ni pelotones de fusilamientos.

Pero es lógico, Uribe fue a Bariloche a jugar un rol y lo cumplió desde la A a la Z, ayudado por otro genocida regional, obeso e insolente. También se dio el lujo de que lo escuchen reivindicar las bases injerencistas de EEUU y sus ironías contra el discurso demoledor pronunciado por Hugo Chávez en el mismo recinto. García tiene a su cuenta las masacres de los penales de Lurigancho, del Frontón y recientemente la del Bagua amazónico, pero como es un “demócrata” (palabra mentirosa que se usa últimamente para disfrazar las peores atrocidades contra los pueblos), tiene luz verde y la usa a discreción. Sin embargo, como todo energúmeno que lleva una camisa negra debajo de su traje de alpaca, se pasa de la raya y quiere quedar tan bien con el amo y con los patrones del amo, que pisa el cordón del ridículo al querer convencer al auditorio de que “Uribe es un gran patriota latinoamericano”, de la talla de Santander.

En esas dos intervenciones del tandem Uribe-García quedó graficado el bloque de los halcones, de quienes rinden pleitesía a Washington y sus directrices, pero también a sus propias oligarquías criollas, que cada tanto, cuando no actúan con la ferocidad que les piden, les propinan un buen tirón de orejas y les amenazan con reemplazarlos por otros como ellos pero menos desgastados.

En realidad, estos halcones eran lo más usual en años anteriores, cuando no existía Unasur ni la Cumbre de Río, pero sobraba con la OEA que un día lejano expulsó de su seno a la Isla de la dignidad y en cuyo recinto, discursos como los de los presidentes de Colombia y Perú, eran moneda corriente.

Ahora, las cosas han cambiado, y esto es lo que siempre hay que tener en cuenta a la hora de hacer balances, para no caer en el derrotismo y seguir embistiendo contra el enemigo principal. Hagamos memoria, y pensemos: ¿cuándo pudimos ver en un foro como el de Bariloche, a un presidente como Hugo Chávez, que sin pelos en la lengua marcó a fuego a las apetencias imperiales citando precisamente un documento del propio gobierno estadounidense, más precisamente el “Libro Blanco del Comando de Movilidad Aérea y Estrategia Global de Bases de Apoyo”. Ese paper al que no han necesitado guardar en secreto, por propia prepotencia, y en el que se explicita la estrategia militar intervencionista de tal forma, que hasta los mandatarios más anodinos de la región tuvieron que abrir la boca sorprendidos y aceptar que la cosa viene brava.
“Palanquero”, dijo Chávez y describió el rol que va a jugar esa base militar yanqui (a la que Uribe no califica de tal) para desde allí amenazar la seguridad de la región. El documento no miente, al decir que es una “localidad de seguridad de cooperación”. Según el Comando Sur, partiendo de Palanquero, aviones de gran alcance y poder destructivo (incluso con capacidad de invisibilizarse) podrán cubrir toda la región, exceptuando algunas zonas en Chile y Argentina.

Siguiendo el hilo de lo que estaba mostrando como evidencia, Chávez sentenció, con lógica, que esta actividad imperial no va sólo contra el narcotráfico (cómo podría ir si los que la amparan son los propios presidentes del narco) ni la insurgencia, sino que es parte del proyecto estadounidense para salvar su propia existencia en función de lo que han hecho siempre: apoderarse de las riquezas naturales de todos los países que controlan.

Con el mismo énfasis y similar coherencia, hablaron luego Rafael Correa y Evo Morales, los que a esta altura pudieran ser calificados como los tres mosqueteros de la dignidad latinoamericana en esa reunión patagónica. Y aquí vale un paréntesis: cuando se tiene claro hacia dónde se marcha en cuestiones de política continental, y a la vez se cuenta con la suficiente audacia y valentía para no amilanarse ante los poderosos, el resultado es un discurso como el de estos tres mandatarios. Con un Correa discutiéndole a Uribe en su propia cara (con luz y taquígrafos) si realmente las FARC son, como él afirma, terroristas o no. Y aclaró: “cuando los colombianos venían por miles, a refugiarse en mi país, se decía que eran fuerzas insurgentes, y ahora se dice que son terroristas”, contestando a la prepotencia uribista que amonestaba tanto a Chávez como a Correa el hecho de considerar a la insurgencia una“fuerza beligerante·.

Mención aparte fue el discurso de Evo, que en el lenguaje llano y sencillo, con que hablan los pueblos originarios, contó al mundo lo que la presencia militar yanqui significó para los bolivianos y sobre todo para el campesinado cocalero. Dio ejemplos propios, contó actuaciones intervensionistas, explicó cómo a los propios hombres y mujeres de su organización sindical les habían asesinado, torturado, detenido, demonizado (“por rojos y comunistas”) estos sujetos que para el presidente Uribe son necesarios para garantizar su gobernabilidad.

Pero como el escenario abarca mucho más que a halcones y revolucionarios, después la audiencia televisiva o radial tuvo que enterarse los matices del otro gran bloque regional. El de los que no son ni una cosa ni otra. O mejor dicho, a veces son anodinos, otras, pisan la raya de la transgresión y hasta parece que se embanderan con los revolucionarios, y en la mayoría de las ocasiones, destilan tal mediocridad en sus discursos y accionar, que se convierten en funcionales de los halcones, o mejor dicho, de los titiriteros de estos últimos.

Claro que hay matices, y vale la pena empezar por los más peligrosos en sus estrategias zigzagueantes. ¿Les suena Lula?. ¿Observaron su rostro en Bariloche, sus gestos de enfado con el presidente Correa, o bajar la vista cuando Chávez lo convocaba a unirse al pelotón de los más airados? ¿Escucharon sus desplantes, su impaciencia por irse de alli, porque, claro, la TV lo estaba exponiendo tal cual es, y tal cual lo sufren los campesinos sin tierra de Brasil, o quienes pelean contra la destrucción del medioambiente, o se hacinan en las favelas de la muerte agobiados por la miseria? Desde hace rato, Lula aboga –compite, es la palabra justa- por ser la referencia regional que ensombrezca la gestión de un Hugo Chavez, por ejemplo (aunque por razones de Estado y necesidad de no quebrar la necesaria unidad por la que se aboga, el gobernante venezolano jamás lo va a confesar), Lula hace actuar a Brasil y sus propias multinacionales como Petrobras, en innumerables oportunidades, como un subimperio, y en ese sentido, si tiene que pactar negocios con el imperio (como el de los agrocombustibles) en contra de lo que marca el sentir general de la región, no le tiembla el pulso. Y en esta jornada de Bariloche, Lula jugó mal para el concierto de unidad latinoamericana, actuó ladinamente, detractando a los que quieren cambios en serio, sumando puntos a la canasta de Uribe, dejando en claro que a él le importa tres cominos lo que con tanta paciencia relató Chávez sobre el Comando Sur. Y vaya que le debería importar (y nos consta que a muchos militares brasileños sí les preocupa) porque entre los territorios codiciados por Washington está nada menos que la Amazonia. Lula quiso dejar en ridículo al bloque revolucionario con sus airadas manifestaciones de fastidio, pero finalmente tuvo que incluir su firma en el manifiesto final, que no tuvo –lamentablemente- el tono de radical condena a las bases que exigen las circunstancias.

Dijimos Lula, y también decimos Bachelet. La mujer de hierro contra los mapuches, la que manda los carabineros para asesinar a los comuneros de ese pueblo originario, la que hace encarcelar a los que luchan por sus tierras. Esa misma que hizo apalear a los estudiantes secundarios y universitarios (los famosos pingüinos) o a los obreros levantiscos. Bachelet, la falsa componedora, que abogó en Bariloche (como lo hace en casi todos los foros en que participa) por que los asesinos se amiguen con los que defienden a los pueblos del continente. Discurso hueco, hipócrita, y por lo tanto poco creible, y sumamente desechable.

Y luego están los otros, suficientemente mezclados como para confundir aún más al respetable público: Lugo, el ex sacerdote que juraba dar la vida por el campesinado al que hoy le sigue negando la reforma agraria, y cada tanto autoriza a sus gendarmes para que los apaleen si reclaman tierra y libertad, el jefe de Estado que ha firmado pactos con Uribe para cooperación policial en la lucha contra el narcotráfico, y con el Alba, coalición que integra, para no quedarse fuera de juego en el reparto económico solidario. Lugo, que también quiso oficiar de componedor de lo que no se puede componer, y en su afán de quedar bien con Dios y con el diablo, patinó hacia la nada, desaprovechando la oportunidad de enrolarse en la fila de los que defienden la soberanía de este continente sin cortapisas.

De Tabaré poco y nada se puede decir. Tuvo un acierto, al mencionar Malvinas como ejemplo (algo que también hizo Cristina Fernández), y en condenar las bases, pero su discurso pacifista sonó tan hueco y carente de realidad que, como viene ocurriendo en todo su mandato, quedó sumamente expuesto como el color gris de su traje habitual. Y para colmo, cuando las papas quemaban, y el bando de los halcones arreciaba en sus ataques contra el trio Chávez-Correa-Morales, decidió marcharse anticipadamente, argumentando una excusa baladí (que tenía que inaugurar un instituto contra el cáncer cuyos fondos provienen precisamente de la revolución bolivariana a la que no tuvo el coraje de defender ni estas circunstancias tan álgidas). No sea que se comprometiera demasiado, él, que firmó con los gringos un TLC llamado TIFA o recibió con toda pompa a mister Bush mientras los pueblos del continente y también el uruguayo, lo repudiaban en las calles, o le dio todo el poder a Botnia para contaminar a su gusto las aguas uruguayas y argentinas. Se fue rápido Tabaré y ni siquiera se notó su ausencia.

Cristina Fernández es un capítulo aparte, o un cuarto bloque si se quiere. Lo es la política exterior argentina, que está llena de luces y sombras. Un día, abrazos con Chávez, Correa y Evo, lo que es de aplaudir, y otro, alianza con el discurso imperial en condenar a Irán (por ostensible presión sionista) o reivindicar (otra vez) el retorno al seno del FMI. Y en politica interna, acaba de enviar al Parlamento una ley imprescindible para recuperar el espacio radioléctrico y ponerlo al servicio de la sociedad civil y no de los holdings empresarios como actualmente ocurre.
Con el tema Colombia, Argentina, el gobierno argentino ha jugado correctamente en cuanto a respaldar las gestiones de Piedad Córdoba durante los contactos con las FARC por el intercambio de rehenes, pero desbarranca en igualar, repetidamente en sus discursos, a los asesinos del paramilitarismo con los revolucionarios insurgentes. En Bariloche, Cristina empezó con buen pie, y se sumó al discurso condenatorio de las bases, incluso dando por oficial y creíble el documento del Comando Sur, ante la bravata de un Alan García que lo minimizaba para atacar por elevación a Chávez. Sin embargo, al final, se sumó al sermón “bachelista” de tratar de componer lo incomponible, más preocupada por los tonos de voz y las palabras que se cruzaban los mandatarios, que por el contenido de la discusión. No obstante, de todas y todos los que podríamos encuadrar en el tercer bloque, la presidenta argentina mantuvo el discurso menos hipócrita, lo que no es poco en estas circunstancias, y por eso la colocamos al margen de los tres grupos anteriores.

En fin, Unasur mostró lo que son todos y cada uno de quienes gobiernan este territorio que hoy es tan apetecible a los generales del Pentágono. A diferencia de lo que ocurría hasta ahora, se pudo ver lo que antes se ocultaba y manipulaba. Ese es, un importante avance, sobre todo porque nos permite evaluar posiciones y no esperar que nos la cuente la patria mediática manipuladora.

El resultado de la reunión es un tibio manifiesto, que muestra que la unidad se salva pero que no tiene la consistencia que necesita la difícil hora que vive el continente, en que como bien dice Hugo Chávez, están soplando vientos de guerra, mientras Fidel, el sabio y combatiente, advierte el peligros de las ambiciones desenfrenadas del imperialismo.

Para muchos presidentes y presidentas de la región, el problema no parece tan importante, hay una actitud irritante de “finalmente esto no va con nosotros, son cosas de Chávez”. De alli, que la prensa y el establishment uribista (el de Colombia o el de Argentina, qué mas da) festeje el resultado final de la contienda de Bariloche y en algún articulo se insinúe que esto le permitirá ser reelegido al actual habitante del Palacio Nariño.

Para los pueblos, para quienes pelean a diario contra la prepotencia económica de las trasnacionales y la militarización de la región por parte de EEUU o sus cómplices locales, quedó claro lo que pasó en Bariloche y no tienen dudas en qué lugar de la foto colocarse: bien, pero bien lejos de los halcones y los timoratos. Si se quiere cambiar en serio, el único camino es el de quienes les plantan cara al imperialismo, aunque las consecuencias de ese digno gesto cause sacrificios y no pocos dolores en el cuerpo y en el alma. La resistencia del pueblo hondureño, que ya cumplió dos meses de acciones contra el golpismo, es un ejemplo de esto mismo.

Fonte: Rebelión.

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Vídeo

Actividad realizada, en san pedro sula, por los estudiantes de la zona norte el 28 de agosto, en contra de la pretension por parte del regimen de facto,de instaurar el servicio militar obligatorio.
Assista em HablaHonduras.

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