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Candelario Reyes Garcia, Ricardo Salgado, Ronnie Huete (fotos), Ricardo A. Bueso L., Raúl Zibechi y Ida Garberi.
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Honduras: Gracias a la vida
por permitirme estar aquí,
ahora, cuando más importa
Por Ricardo Salgado
por permitirme estar aquí,
ahora, cuando más importa
Por Ricardo Salgado
Un año después de que la oligarquía decidiera hacerle el juego al imperio, y echar por el suelo el sistema que ellos mismos habían defendido a pie juntillas por décadas, los hondureños nos encontramos en una situación que nunca antes habíamos vivido, y, seguramente, la mayoría de los países de América Latina aun no entienden que está sucediendo en nuestra tierra. Lo cierto es que, a pesar de las adversidades, marchamos en una dirección inequívoca: la refundación de la patria.
Por muchos años nos vendieron la idea de que democracia y capitalismo eran la misma cosa; que la mayor expresión de libertad era el individualismo, y que el escenario donde la persona se consumaba como ser humano era el mercado. A raíz de esta falsa concepción, deliberada mezcla de ideas, muchos entregaron su vida a defender los derechos que tenían aunque nunca ejercieron ninguno de ellos. Pasaron muchos años antes de que la población perdiera el miedo a la lucha por sus intereses; por décadas el bipartidismo nos enseñó que la lucha de clases era un asunto de odio que no tenía espacio entre la armónica convivencia entre patrones y miserables que se había ido construyendo a base de seguir la “democrática vocación de vender y comprar”.
La tesis de que nuestro entorno ideal, era el mundo de los mercaderes, dominante por la fuerza de la ignorancia, de las armas o de ambas, quedó seriamente desacreditada después del golpe de Estado de junio de 2009. Ahora que lo vemos retrospectivamente, nos damos cuenta que la cuasi analfabeta clase dominante local se dejó vender la idea de que volver hacia atrás no era tan malo para ellos. Los halcones, llámense Hillary, Reich, Carmona, Bush u Obama, vieron desarrollar un peligroso nacionalismo en una tierra que históricamente se les había entregado por unas cuantas migajas.
La tentación de los oligarcas locales por adueñarse del país por la “vía rápida” de las armas, encantó también a un amplio sector de autonombrados intelectuales y analistas, que no vacilaron ni un instante para rentar su lengua o su pluma para expresar las ideas más aberrantes, sin temor alguno, en ningún momento, porque siempre supieron que contaban con el respaldo de su amo. El aislamiento económico apenas si se convirtió en una forma más de castigar al pueblo en resistencia. La OEA, la ONU, La Unión Europea, mostraron que no importa lo que digan, siempre son marionetas en el circo del imperio.
Y es que la hipocresía de muchos de estos personajes internacionales no tiene límite; siguen hablando del Pacto de San José-Tegucigalpa-Guaymuras, ignorando deliberadamente que el mismo dejó de tener valor cuando se violó la condición única que podía traer una posibilidad política de discusión constructiva a este país: la reinstauración del gobierno de José Manuel Zelaya Rosales en el poder. Todavía hoy, el “ala derecha” de la OEA, en comunión con Insulza, siguen formando comisiones para averiguar que está sucediendo en el país, obviando cobardemente los asesinatos y otros crímenes de lesa humanidad desencadenados por una jauría que el régimen pusilánime de Lobo Sosa o no puede o no quiere controlar.
Y a pesar de toda esta monstruosa miseria moral, el pueblo siguió luchando, organizándose, haciéndose más fuerte, capaz de ser protagonista en su propia historia. El Frente Nacional de Resistencia Popular, al que he criticado muchas veces, es hoy vanguardia firme y revolucionaria de un pueblo en revolución, y hacemos la redundancia porque es necesaria; la oligarquía ve hoy confundida como sus actos ambiciosos la llevaron a abrir la “caja de pandora” política en Honduras. Su golpe de Estado decretó, más allá de todo el festín de sangre y dólares que se están dando, el principio del fin de su dominación.
El pueblo hondureño ve hoy una esperanza, pero no aquella que se le ofrece desde la vanidad de los corruptos; ve una esperanza en la que puede militar y ofrendar lo mejor de sí en pro de la libertad de todos; esa opción que solo puede representar la voluntad popular expresada en el FNRP. Los hondureños y las hondureñas, excluidos por siglos, sometidos a la ignominia de ser “felices” porque somos un “país de tercera”, decidimos caminar sin detenernos hasta la fundación de una patria nueva, cuyos fundamentos morales y jurídicos están mucho más allá de la comprensión de los que saben cómo quitarle a la gente su patrimonio, pero jamás se les ha ocurrido una sola idea de cómo este se construye.
El pueblo ya no puede olvidar, le quedó impregnada en el cerebro, la frase “liberalismo pro socialista” que el presidente Zelaya Rosales, quizá haciendo malabares para no embravecer a los “rottweiller” yanquis lanzó como una alternativa al neoliberalismo criminal, enemigo de la humanidad. El presidente sabía que este tipo de expresiones podían costarle caro al pueblo hondureño, pero eran esencialmente necesarias para escribir su historia futura. Los siglos de enajenación en que nos enseñaron que defender lo nuestro era ilegal, inmoral e incluso contra la voluntad de dios, estaban llegando a su fin.
Cuando Zelaya manifiesta que deben “mantenerse las identidades de los partidos en resistencia”, pero que “todo debe ser dentro del frente”, muestra la habilidad de un político que pocos atinamos a ver en él. Sabe que la unidad entre los sectores populares y los partidos políticos tradicionales es frágil en razón de diferencias profundas en la concepción del mundo de unos y otros; sabe que los políticos de oficio toman más tiempo para entender su entorno y cambiar sus posiciones. Entiende el presidente la naturaleza de clase de unas y otras organizaciones.
Pero también sabe que el proceso es irreversible, y que los que decidan buscar “refugio” de nuevo en sus partidos serán sometidos al ostracismo por sus ex correligionarios, que no son otra cosa que los partidarios, cómplices, por acción u omisión, del golpe de Estado. Sabe muy bien, que aquellos que tengan acogida fraterna en el seno de los lobos, esos, sin duda, son los traidores que hoy hacen labores de quinta columna dentro del Frente.
Ya suenan muchos “académicos”, contrarrevolucionarios de aquí y de allá, a hacer sus valoraciones de lo que sucedió en Honduras. Es fácil ponerse a discutir en los salones de un hotel, o en las aulas universitarias hechos que no se vivieron, palizas que no se recibieron, vejámenes que no se sufrieron. Hubo un gran simbolismo en las marchas incansables de los hondureños en resistencia por más de 100 días; todavía más significativo es el hecho de que a un año, no solo sigamos existiendo como Frente Nacional de Resistencia Popular, sino que seamos más fuertes, coherentes, claros y firmes en nuestros propósitos. Honduras no es la misma, el pueblo hondureño no es el mismo y una revolución está en marcha; esto seguramente no será tan fácil de descubrir para los académicos, que dicen ser patriotas, pero le hacen el juego a los que se creen dueños de nuestra tierra.
La labor invisible de todo un aparato de lucha, basado en principios revolucionarios y en el más profundo amor por los demás, socava día a día los cimientos de una sociedad que no ya no puede seguir por la senda de la injustica y la inequidad; todas las comisiones formadas por hondureños y hondureñas de todas las edades, producen con su esfuerzo la Honduras del mañana. Nunca antes en nuestra historia se impulsaron tanto la cultura y el arte como forma de expresión revolucionaria; y es que en Honduras el arte es expresión del pueblo; la oligarquía, deformada por el mercado, pretende entender a Picasso, a Dalí, a Garcia Lorca y a Neruda aunque su nivel no les podrá dejar nunca ver el espíritu de la obra que existe detrás del espíritu humano, porque el mismo solo existe dentro de la colectividad.
Honduras ha cambiado, si y mucho; el camino a seguir está marcado por la sangre de los mártires, de los que cayeron y caerán viendo al futuro, murieron con la certeza de que, pase lo que pase, esta lucha es nuestra y también lo es la victoria. Sabemos que en su afán por contener lo incontenible, el régimen, patrocinado por la oligarquía y el imperio seguirán tratando de mutilar nuestro espíritu; sabemos que nunca entenderán que la sangre que derraman es el fertilizante de las convicciones revolucionarias; nunca entenderán que mientras más caemos menos indiferentes hay, y el futuro de esta monstruosidad de sistema que nos han impuesto se hace cada vez más corto.
No deberían creer que nos mantendremos callados, soportando la vileza de sus ejércitos, públicos y privados, o la impunidad de sus asesinos y sicarios, indefinidamente. Cada vez que nos asestan golpes mortales nacen muchos nuevos revolucionarios, no olviden: nosotros somos muchos más y la razón nos asiste.
Hoy después de haber vivido muchos años, doy gracias a la vida (viene muy bien doña Violeta Parra) por haber llegado a este momento; por tener la oportunidad de escribir, por haber sido honrado en conocer a miles y miles de compatriotas que siempre lo han dado todo por el pueblo; por haber vivido el momento histórico en el que seguimos al presidente Zelaya, por tener la oportunidad de pertenecer al Frente Nacional de Resistencia Popular y por tener la honra de convivir con sus conductores, hombres que lucharon toda la vida y por eso, hoy, son los imprescindibles.
Por muchos años nos vendieron la idea de que democracia y capitalismo eran la misma cosa; que la mayor expresión de libertad era el individualismo, y que el escenario donde la persona se consumaba como ser humano era el mercado. A raíz de esta falsa concepción, deliberada mezcla de ideas, muchos entregaron su vida a defender los derechos que tenían aunque nunca ejercieron ninguno de ellos. Pasaron muchos años antes de que la población perdiera el miedo a la lucha por sus intereses; por décadas el bipartidismo nos enseñó que la lucha de clases era un asunto de odio que no tenía espacio entre la armónica convivencia entre patrones y miserables que se había ido construyendo a base de seguir la “democrática vocación de vender y comprar”.
La tesis de que nuestro entorno ideal, era el mundo de los mercaderes, dominante por la fuerza de la ignorancia, de las armas o de ambas, quedó seriamente desacreditada después del golpe de Estado de junio de 2009. Ahora que lo vemos retrospectivamente, nos damos cuenta que la cuasi analfabeta clase dominante local se dejó vender la idea de que volver hacia atrás no era tan malo para ellos. Los halcones, llámense Hillary, Reich, Carmona, Bush u Obama, vieron desarrollar un peligroso nacionalismo en una tierra que históricamente se les había entregado por unas cuantas migajas.
La tentación de los oligarcas locales por adueñarse del país por la “vía rápida” de las armas, encantó también a un amplio sector de autonombrados intelectuales y analistas, que no vacilaron ni un instante para rentar su lengua o su pluma para expresar las ideas más aberrantes, sin temor alguno, en ningún momento, porque siempre supieron que contaban con el respaldo de su amo. El aislamiento económico apenas si se convirtió en una forma más de castigar al pueblo en resistencia. La OEA, la ONU, La Unión Europea, mostraron que no importa lo que digan, siempre son marionetas en el circo del imperio.
Y es que la hipocresía de muchos de estos personajes internacionales no tiene límite; siguen hablando del Pacto de San José-Tegucigalpa-Guaymuras, ignorando deliberadamente que el mismo dejó de tener valor cuando se violó la condición única que podía traer una posibilidad política de discusión constructiva a este país: la reinstauración del gobierno de José Manuel Zelaya Rosales en el poder. Todavía hoy, el “ala derecha” de la OEA, en comunión con Insulza, siguen formando comisiones para averiguar que está sucediendo en el país, obviando cobardemente los asesinatos y otros crímenes de lesa humanidad desencadenados por una jauría que el régimen pusilánime de Lobo Sosa o no puede o no quiere controlar.
Y a pesar de toda esta monstruosa miseria moral, el pueblo siguió luchando, organizándose, haciéndose más fuerte, capaz de ser protagonista en su propia historia. El Frente Nacional de Resistencia Popular, al que he criticado muchas veces, es hoy vanguardia firme y revolucionaria de un pueblo en revolución, y hacemos la redundancia porque es necesaria; la oligarquía ve hoy confundida como sus actos ambiciosos la llevaron a abrir la “caja de pandora” política en Honduras. Su golpe de Estado decretó, más allá de todo el festín de sangre y dólares que se están dando, el principio del fin de su dominación.
El pueblo hondureño ve hoy una esperanza, pero no aquella que se le ofrece desde la vanidad de los corruptos; ve una esperanza en la que puede militar y ofrendar lo mejor de sí en pro de la libertad de todos; esa opción que solo puede representar la voluntad popular expresada en el FNRP. Los hondureños y las hondureñas, excluidos por siglos, sometidos a la ignominia de ser “felices” porque somos un “país de tercera”, decidimos caminar sin detenernos hasta la fundación de una patria nueva, cuyos fundamentos morales y jurídicos están mucho más allá de la comprensión de los que saben cómo quitarle a la gente su patrimonio, pero jamás se les ha ocurrido una sola idea de cómo este se construye.
El pueblo ya no puede olvidar, le quedó impregnada en el cerebro, la frase “liberalismo pro socialista” que el presidente Zelaya Rosales, quizá haciendo malabares para no embravecer a los “rottweiller” yanquis lanzó como una alternativa al neoliberalismo criminal, enemigo de la humanidad. El presidente sabía que este tipo de expresiones podían costarle caro al pueblo hondureño, pero eran esencialmente necesarias para escribir su historia futura. Los siglos de enajenación en que nos enseñaron que defender lo nuestro era ilegal, inmoral e incluso contra la voluntad de dios, estaban llegando a su fin.
Cuando Zelaya manifiesta que deben “mantenerse las identidades de los partidos en resistencia”, pero que “todo debe ser dentro del frente”, muestra la habilidad de un político que pocos atinamos a ver en él. Sabe que la unidad entre los sectores populares y los partidos políticos tradicionales es frágil en razón de diferencias profundas en la concepción del mundo de unos y otros; sabe que los políticos de oficio toman más tiempo para entender su entorno y cambiar sus posiciones. Entiende el presidente la naturaleza de clase de unas y otras organizaciones.
Pero también sabe que el proceso es irreversible, y que los que decidan buscar “refugio” de nuevo en sus partidos serán sometidos al ostracismo por sus ex correligionarios, que no son otra cosa que los partidarios, cómplices, por acción u omisión, del golpe de Estado. Sabe muy bien, que aquellos que tengan acogida fraterna en el seno de los lobos, esos, sin duda, son los traidores que hoy hacen labores de quinta columna dentro del Frente.
Ya suenan muchos “académicos”, contrarrevolucionarios de aquí y de allá, a hacer sus valoraciones de lo que sucedió en Honduras. Es fácil ponerse a discutir en los salones de un hotel, o en las aulas universitarias hechos que no se vivieron, palizas que no se recibieron, vejámenes que no se sufrieron. Hubo un gran simbolismo en las marchas incansables de los hondureños en resistencia por más de 100 días; todavía más significativo es el hecho de que a un año, no solo sigamos existiendo como Frente Nacional de Resistencia Popular, sino que seamos más fuertes, coherentes, claros y firmes en nuestros propósitos. Honduras no es la misma, el pueblo hondureño no es el mismo y una revolución está en marcha; esto seguramente no será tan fácil de descubrir para los académicos, que dicen ser patriotas, pero le hacen el juego a los que se creen dueños de nuestra tierra.
La labor invisible de todo un aparato de lucha, basado en principios revolucionarios y en el más profundo amor por los demás, socava día a día los cimientos de una sociedad que no ya no puede seguir por la senda de la injustica y la inequidad; todas las comisiones formadas por hondureños y hondureñas de todas las edades, producen con su esfuerzo la Honduras del mañana. Nunca antes en nuestra historia se impulsaron tanto la cultura y el arte como forma de expresión revolucionaria; y es que en Honduras el arte es expresión del pueblo; la oligarquía, deformada por el mercado, pretende entender a Picasso, a Dalí, a Garcia Lorca y a Neruda aunque su nivel no les podrá dejar nunca ver el espíritu de la obra que existe detrás del espíritu humano, porque el mismo solo existe dentro de la colectividad.
Honduras ha cambiado, si y mucho; el camino a seguir está marcado por la sangre de los mártires, de los que cayeron y caerán viendo al futuro, murieron con la certeza de que, pase lo que pase, esta lucha es nuestra y también lo es la victoria. Sabemos que en su afán por contener lo incontenible, el régimen, patrocinado por la oligarquía y el imperio seguirán tratando de mutilar nuestro espíritu; sabemos que nunca entenderán que la sangre que derraman es el fertilizante de las convicciones revolucionarias; nunca entenderán que mientras más caemos menos indiferentes hay, y el futuro de esta monstruosidad de sistema que nos han impuesto se hace cada vez más corto.
No deberían creer que nos mantendremos callados, soportando la vileza de sus ejércitos, públicos y privados, o la impunidad de sus asesinos y sicarios, indefinidamente. Cada vez que nos asestan golpes mortales nacen muchos nuevos revolucionarios, no olviden: nosotros somos muchos más y la razón nos asiste.
Hoy después de haber vivido muchos años, doy gracias a la vida (viene muy bien doña Violeta Parra) por haber llegado a este momento; por tener la oportunidad de escribir, por haber sido honrado en conocer a miles y miles de compatriotas que siempre lo han dado todo por el pueblo; por haber vivido el momento histórico en el que seguimos al presidente Zelaya, por tener la oportunidad de pertenecer al Frente Nacional de Resistencia Popular y por tener la honra de convivir con sus conductores, hombres que lucharon toda la vida y por eso, hoy, son los imprescindibles.
Hasta la victoria siempre
26/junio/2010*
HONDURAS 2009
Imagens da Resistência
Fotos: Ronnie Huete
Imagens da Resistência
Fotos: Ronnie Huete
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A Un Año delFacistoíde
Golpe de Estado
Por Ricardo A. Bueso L.
25 de junio del 2010.
25 de junio del 2010.
Un año con sus 365 días y sus 364 noches, no son nada,
apenas son 8,760 horas mal contadas,
y si el año es bisiesto, súmele 24 horas mas.
En un espacio de tiempo como éste;
una Madre gesta, pare y amamanta a su hijo,
la milpa produce dos cosechas,
el árbol crece en altura tres cuartas y una pulgada en grosor,
en el cielo nocturno han desfilado trece lunas llenas,
los robles mudaron las hojas y tienen nuevas de color encendido ,
las aves han visto emplumar y partir tres generaciones de polluelos,
y nuestro planeta tierra, ha completado otra vuelta alrededor del sol.
Es la vida en perpetuo movimiento,
irrumpiendo al futuro desde la transformación del pasado,
es la “ley pétrea” de morir para renacer,
toda flor o árbol, antes semilla fue,
el río caudaloso, nace de una gota de agua,
los huracanes tempestuosos, vienen de suaves vientos,
la fuerte roca, aglutina millones de piedrecillas.
Cada proceso toma su tiempo,
el buen vino, toma sus años,
así que; 8,760 horas con sus 525mil minutos,
ha sido tiempo ganado al tiempo,
hemos empezado a escribir la CONSTITUCION DEMOCRATICA Y POPULAR.
la que los hondureños y las hondureñas soñamos,
el contrato social que el FNRP concretará.
RESISTAMOS Y VENCEREMOS!!!
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Un año del golpe en Honduras
El recurso del método
Por Raúl Zibechi*
El recurso del método
Por Raúl Zibechi*
La creciente militarización de la política de Estados Unidos hacia la región está lejos de ser un mal paso: es la consecuencia del desgaste de las estrategias que le garantizaron al hegemonía en América Latina, sumadas al declive de su papel de superpotencia y la aparición de serios competidores. En adelante, se repetirán situaciones similares a la de Honduras.
“Obama es una continuación de Bush, igual que Bush fue una continuación de Clinton, y Clinton de Bush padre. La política exterior y la política imperial estadounidense es continua”, asegura Tariq Ali (Diagonal, 20-VI-10). El intelectual paquistaní estima que existe una decadencia económica de la superpotencia, pero en absoluto política ya que cuenta con la mayor fuerza militar del mundo. “Usa su fuerza militar para dominar el mundo y nadie en este momento puede amenazar ese poderío militar. No hay ninguna evidencia que demuestre que están perdiendo su poder”, concluye.
“América Latina ha dejado de ser el patio trasero. Hemos remodelado la casa, así que el patio está muy revaluado”, dijo Marco Aurelio García, Asesor Especial en Política Externa del presidente Luiz Inacio Lula da Silva en un reciente encuentro convocado por la Fundación Friedrich Ebert en Berlín (Deutsche Welle, 18-VI-10). Al contrario que Ali, García enfatiza el cambio por encima de las continuidades: “Doce países de la región con quienes compartimos fronteras y otros con los que tenemos una amistad sin límites creen, al igual que nosotros, que hay un gran cambio en la situación mundial. Nos encontramos ahora ante un mundo multipolar y queremos tener un lugar en él”.
Una parte importante de las izquierdas y el progresismo piensan como el historiador paquistaní. Otros tantos lo hacen como los dirigentes brasileños. Análisis contradictorios, pero anclados en la misma realidad, tan contradictoria que, en un período de cambios y turbulencias profundas, tiende a generar visiones contrapuestas incluso entre quienes comparten objetivos comunes.
A la hora de considerar las relaciones entre Estados Unidos y América Latina esas divergencias de análisis son también importantes. Una de las preguntas clave es qué tan importante es el continente latinoamericano en la estrategia de Washington. Muchos análisis sostienen que la superpotencia está tan ocupada por las dos guerras que libra (Irak y Afganistán), con su ofensiva contra Irán y por las crecientes desavenencias entre sus aliados, que no tiene capacidad para ocuparse del “patio trasero”.
Entre los graves problemas globales que enfrenta, tal vez el más acuciante sea Afganistán. Un conflicto que no puede ganar y que amenaza con quebrar el frente interno. Un buen ejemplo es lo sucedido estos días con el general Stanley McChrystal, el máximo responsable militar de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán, quien fue forzado a renunciar por un artículo en la revista Rolling Stone donde vierte fuertes críticas al gobierno de Barack Obama. El artículo “retrata la división entre el estamento militar y los asesores de Obama, en un momento delicado para el Pentágono, que se enfrenta a las críticas por su estrategia para intentar dar un giro a la guerra afgana” (El País, 22-VI-10). Otros análisis, como el del portal estratégico europeo Dedefensa, estiman que un año después de haber sido nombrado McChrystal para darle un giro victorioso al conflicto, “la guerra en Afganistán se desintegra, se disuelve” (Dedefensa.com, 21-VI-10).
Los problemas internos que debe afrontar Obama son igualmente graves. El último informe del Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP), vuelve a insistir en que la crisis sistémica ha ingresado en la fase de “desarticulación geopolítica” que conduce a la “descomposición estratégica, financiera, económica y social” del sistema internacional (Leap 2020, 17-VI-10). El país más afectado es Estados Unidos que fracasó al pretender establecer, hace sólo un año, al G-20 como el núcleo de una nueva gobernanza global en sustitución del alicaído G-7, lo que torna imposible que los principales países puedan afrontar de modo unificado las dificultades presentes. Prueba de ello son las posiciones en liza frente a Irán.
Entre los graves problemas internos, figuran: el derrame de petróleo en el Golfo de México, que no pocos estiman tiene un impacto similar a los atentados del 11 de setiembre, niveles de desocupación que en algunas ciudades bordean el 40 por ciento, déficits que amenazan a las administraciones locales y estados con la cesación de pagos, deuda pública equivalente al 90 por ciento del PIB, recortes de servicios sociales y otras situaciones inimaginables años atrás. “En muchas localidades no hay recolección frecuente de la basura domiciliaria (o se debe pagar más impuestos), perdieron un día de distribución del correo, disminuyó la protección por falta de policías, deben hacer colas interminables frente a las ventanillas de las administraciones como consecuencia del despido de funcionarios, sus hijos tienen menos profesores en las escueles, las que a su vez brindan menos servicios”, señala el informe. Washington y todo el mundo desarrollado están abocados a una era de austeridad.
Frente a este panorama, preguntarse por el papel de América Latina en la estrategia estadounidense no es ocioso. Empezando por México, país que viene perdiendo la guerra contra el narcotráfico, como lo vienen reconociendo sus autoridades. Convivir con un “Estado fallido”, o en riesgo de serlo, no es un panorama nada auspicioso. En la región se pueden establecer dos tendencias convergentes: una creciente militarización y polarización como forma de estirar el declive de Estados Unidos. Por diversas razones, que van más allá del declive económico y de los problemas internos, la tendencia a buscar atajos por la vía autoritaria cobra cada vez mayor fuerza bajo la presidencia de Obama, lo que la acerca a la de su predecesor.
A principios de junio el presidente Evo Morales aseguró que la agencia para el desarrollo de los Estados Unidos (USAID) está intentando desestabilizar su gobierno. En concreto, la acusó de infiltrarse en los movimientos sociales para provocar conflictos y amenazó con expulsarla del país (Bolpress, 16-VI-10). La periodista Eva Golinger cita un artículo de The Washington Post firmado por Jeremy Scahill, que asegura que la administración de Obama acaba de autorizar la expansión de la guerra secreta contra los enemigos de Washington: las “fuerzas especiales” se despliegan ahora en 75 países, cuando un año atrás estaban en 60, con 13 mil efectivos civiles y militares (Rebelión, 6-VI-10).
Según el mencionado artículo, un alto militar del Pentágono aseguró que Obama está permitiendo muchas acciones y operaciones que no fueron autorizadas durante el gobierno de George W Bush y que ahora hay más facilidades para las operaciones encubiertas. Este tipo de operaciones forma parte de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional (NSS por sus siglas en inglés) difundida por Obama el 27 de mayo. Este año la única novedad que incluye es la apelación al buen estado de la economía para mantener la supremacía global. Por lo demás, el texto de 52 páginas repite el compromiso del actual presidente de mantener la superioridad militar como punto neurálgico de su política exterior, lo que suena contradictorio con los intentos por recuperar la economía ya que supone aumentar el ya abultado presupuesto militar (Jim Lobe en IPS, 28-VI-10).
Estados Unidos enfrenta por lo menos cuatro problemas en la región para los cuales no tienen soluciones a corto plazo: el ascenso de Brasil al rango de potencia global, a caballo de la integración regional; la creciente presencia de China que teje acuerdos estratégicos con países clave; el fracaso de la guerra contra las drogas y la falta de alternativas; y la debilidad de su economía que ya no es gancho para tejer alianzas. En suma, los pilares sobre los que había descansado la hegemonía en la región están seriamente afectados.
“Después de la invasión china de África ahora es el turno de América Latina”, afirma O Estado de Sao Paulo (20-VI-10) a la hora de explicar que el país asiático ha prestado 50.000 millones de dólares a países de la región en el último año y medio. China está tejiendo acuerdos estratégicos dando prioridad a Brasil y Argentina que se han convertido en “importantes puntos de apoyo en América Latina” (Diario del Pueblo, 10-VI-10). Los mandos militares del Pentágono observan con gran preocupación la presencia china en el continente, pero no atinan a diseñar propuestas para contenerla.
Un informe del Servicio de Investigación del Congreso de los Estados Unidos sobre la política de Washington hacia las drogas y la región desde la década de 1970, establece que “en América Latina y el Caribe el narcotráfico ya reemplazó a los conflictos políticos y regionales como la mayor fuente de violencia” (Contralínea, 20-VI-10). El fracaso del combate a las drogas tiene cifras impresionantes: entre 2003 y 2008 las muertes violentas en la región atribuidas al narcotráfico escalaron de 19,9 personas cada mil habitantes a 32,6. De ahí que, en opinión de los autores del trabajo publicado el 30 de abril, se pueden detectar “señales de un distanciamiento entre varios países de la región con la postura estadounidense y apelan a una revaluación de sus políticas antidrogas”.
El tercer problema es Brasil. Immanuel Wallerstein cree que Estados Unidos interpreta de modo equivocado la política exterior brasileña. En base a un informe del Consejo de Relaciones Exteriores, cercano a la Casa Blanca, sostiene que Washington le propone a Brasil “asociarse” en temas como el etanol para construir una relación más sólida. Para Estados Unidos, “Brasil debería actuar como una potencia regional, es decir, como un poder subimperial” para estabilizar la región, lo que supone incorporarse como “socio menor” de la superpotencia (La Jornada, 1-II-10). En los últimos meses se hizo evidente que Brasil va a jugar un papel independiente en el escenario global y, sobre todo, en el regional, ya que Brasilia no quiere actuar como disciplinador de la región sino como portavoz de un área cada vez más integrada y autónoma respecto al Norte.
El fracaso de su política antidrogas (que le permitió establecer sólidos lazos con las derechas de la región), el atractivo económico de China en desmedro de Washington y el ascenso de Brasil como potencia, dejaron a Estados Unidos sin política. O sea, sin la capacidad de mantener su hegemonía. De ahí que haya un progresivo deslizamiento hacia la dominación, o sea, coerción sin consentimiento. En los hechos, la administración demócrata está “fortaleciendo su fuerza nuclear y reforzándose con una devastadora ‘disuasión convencional’” (Asia Times, 5-V-10), escribe Jack A Smith, ex editor del semanario estadounidense The Guardian al comentar las últimas decisiones en materia de defensa.
Según el analista, ya no le es suficiente al Pentágono con la vieja doctrina de combatir dos guerras simultáneas, sino que está empeñado en hacer frente a “una multiplicidad de amenazas, incluyendo dos agresiones de Estados-nación”. Estima que “el Pentágono tiene previsto participar en numerosas guerras futuras interrumpidas por breves períodos de paz mientras se prepara para la próxima guerra”. El secretario de Defensa, Robert Gates, tiene muy presente el declive de su país, como toda la clase dirigente. Por eso un año atrás escribió en la prestigiosa revista Foreign Affairs (enero-febrero de 2009), que Estados Unidos tiene que invertir en todo aquello “que le garantice la dominación”. En buen romance, superioridad militar aplastante, no sólo nuclear, sino ahora sobre todo convencional.
Un año después del golpe de Estado en Honduras, cabe preguntarse si fue un hecho aislado o si inaugura un nuevo período, caracterizado por intervenciones blandas de Washington, a través de respetables instituciones o de agencias internacionales. Lo sucedido este año debería servir de ayudamemoria: masiva invasión militar en Haití; once nuevas bases militares a disposición en Colombia y Panamá; creciente intervención subvencionando una amplia gama de organizaciones, desde movimientos sociales hasta fundaciones y medios de comunicación. Existe una potente tendencia a la polarización, con tres focos decisivos: la región andina, el Caribe y la Amazonia.
En cada una de ellas existen diversos intereses que pasan siempre por el control de los hidrocarburos, los minerales y la biodiversidad. Pero hay algo más en juego, algo más decisivo aún que las riquezas materiales, que es la llave para conquistarlas: el control, a secas. La estrategia imperial pasa, por sobre todo, por impedir que surjan competidores del tipo que sean, estatales o no estatales. La lección de México debería hacernos reflexionar: en su empeño por no perder el control, las clases dominantes están a punto de destruir el Estado. Mantener el control en todo el mundo, o sea el poder de decisión, cuando se atraviesan graves dificultades y se está perdiendo el carácter de potencia hegemónica, es tarea harto compleja y tal vez imposible en el largo plazo. El recurso al autoritarismo es, en la mentalidad hegemónica en Estados Unidos, la mejor forma de estirar la agonía. Es cierto que la presidencia guerrista de George W. Bush no hizo más que acelerar el declive, pero una característica otoñal de la vida es la incapacidad de aprender, incluso de lo vivido en carne propia.
“Obama es una continuación de Bush, igual que Bush fue una continuación de Clinton, y Clinton de Bush padre. La política exterior y la política imperial estadounidense es continua”, asegura Tariq Ali (Diagonal, 20-VI-10). El intelectual paquistaní estima que existe una decadencia económica de la superpotencia, pero en absoluto política ya que cuenta con la mayor fuerza militar del mundo. “Usa su fuerza militar para dominar el mundo y nadie en este momento puede amenazar ese poderío militar. No hay ninguna evidencia que demuestre que están perdiendo su poder”, concluye.
“América Latina ha dejado de ser el patio trasero. Hemos remodelado la casa, así que el patio está muy revaluado”, dijo Marco Aurelio García, Asesor Especial en Política Externa del presidente Luiz Inacio Lula da Silva en un reciente encuentro convocado por la Fundación Friedrich Ebert en Berlín (Deutsche Welle, 18-VI-10). Al contrario que Ali, García enfatiza el cambio por encima de las continuidades: “Doce países de la región con quienes compartimos fronteras y otros con los que tenemos una amistad sin límites creen, al igual que nosotros, que hay un gran cambio en la situación mundial. Nos encontramos ahora ante un mundo multipolar y queremos tener un lugar en él”.
Una parte importante de las izquierdas y el progresismo piensan como el historiador paquistaní. Otros tantos lo hacen como los dirigentes brasileños. Análisis contradictorios, pero anclados en la misma realidad, tan contradictoria que, en un período de cambios y turbulencias profundas, tiende a generar visiones contrapuestas incluso entre quienes comparten objetivos comunes.
Definir prioridades
A la hora de considerar las relaciones entre Estados Unidos y América Latina esas divergencias de análisis son también importantes. Una de las preguntas clave es qué tan importante es el continente latinoamericano en la estrategia de Washington. Muchos análisis sostienen que la superpotencia está tan ocupada por las dos guerras que libra (Irak y Afganistán), con su ofensiva contra Irán y por las crecientes desavenencias entre sus aliados, que no tiene capacidad para ocuparse del “patio trasero”.
Entre los graves problemas globales que enfrenta, tal vez el más acuciante sea Afganistán. Un conflicto que no puede ganar y que amenaza con quebrar el frente interno. Un buen ejemplo es lo sucedido estos días con el general Stanley McChrystal, el máximo responsable militar de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán, quien fue forzado a renunciar por un artículo en la revista Rolling Stone donde vierte fuertes críticas al gobierno de Barack Obama. El artículo “retrata la división entre el estamento militar y los asesores de Obama, en un momento delicado para el Pentágono, que se enfrenta a las críticas por su estrategia para intentar dar un giro a la guerra afgana” (El País, 22-VI-10). Otros análisis, como el del portal estratégico europeo Dedefensa, estiman que un año después de haber sido nombrado McChrystal para darle un giro victorioso al conflicto, “la guerra en Afganistán se desintegra, se disuelve” (Dedefensa.com, 21-VI-10).
Los problemas internos que debe afrontar Obama son igualmente graves. El último informe del Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP), vuelve a insistir en que la crisis sistémica ha ingresado en la fase de “desarticulación geopolítica” que conduce a la “descomposición estratégica, financiera, económica y social” del sistema internacional (Leap 2020, 17-VI-10). El país más afectado es Estados Unidos que fracasó al pretender establecer, hace sólo un año, al G-20 como el núcleo de una nueva gobernanza global en sustitución del alicaído G-7, lo que torna imposible que los principales países puedan afrontar de modo unificado las dificultades presentes. Prueba de ello son las posiciones en liza frente a Irán.
Entre los graves problemas internos, figuran: el derrame de petróleo en el Golfo de México, que no pocos estiman tiene un impacto similar a los atentados del 11 de setiembre, niveles de desocupación que en algunas ciudades bordean el 40 por ciento, déficits que amenazan a las administraciones locales y estados con la cesación de pagos, deuda pública equivalente al 90 por ciento del PIB, recortes de servicios sociales y otras situaciones inimaginables años atrás. “En muchas localidades no hay recolección frecuente de la basura domiciliaria (o se debe pagar más impuestos), perdieron un día de distribución del correo, disminuyó la protección por falta de policías, deben hacer colas interminables frente a las ventanillas de las administraciones como consecuencia del despido de funcionarios, sus hijos tienen menos profesores en las escueles, las que a su vez brindan menos servicios”, señala el informe. Washington y todo el mundo desarrollado están abocados a una era de austeridad.
Frente a este panorama, preguntarse por el papel de América Latina en la estrategia estadounidense no es ocioso. Empezando por México, país que viene perdiendo la guerra contra el narcotráfico, como lo vienen reconociendo sus autoridades. Convivir con un “Estado fallido”, o en riesgo de serlo, no es un panorama nada auspicioso. En la región se pueden establecer dos tendencias convergentes: una creciente militarización y polarización como forma de estirar el declive de Estados Unidos. Por diversas razones, que van más allá del declive económico y de los problemas internos, la tendencia a buscar atajos por la vía autoritaria cobra cada vez mayor fuerza bajo la presidencia de Obama, lo que la acerca a la de su predecesor.
Un año después de Honduras
A principios de junio el presidente Evo Morales aseguró que la agencia para el desarrollo de los Estados Unidos (USAID) está intentando desestabilizar su gobierno. En concreto, la acusó de infiltrarse en los movimientos sociales para provocar conflictos y amenazó con expulsarla del país (Bolpress, 16-VI-10). La periodista Eva Golinger cita un artículo de The Washington Post firmado por Jeremy Scahill, que asegura que la administración de Obama acaba de autorizar la expansión de la guerra secreta contra los enemigos de Washington: las “fuerzas especiales” se despliegan ahora en 75 países, cuando un año atrás estaban en 60, con 13 mil efectivos civiles y militares (Rebelión, 6-VI-10).
Según el mencionado artículo, un alto militar del Pentágono aseguró que Obama está permitiendo muchas acciones y operaciones que no fueron autorizadas durante el gobierno de George W Bush y que ahora hay más facilidades para las operaciones encubiertas. Este tipo de operaciones forma parte de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional (NSS por sus siglas en inglés) difundida por Obama el 27 de mayo. Este año la única novedad que incluye es la apelación al buen estado de la economía para mantener la supremacía global. Por lo demás, el texto de 52 páginas repite el compromiso del actual presidente de mantener la superioridad militar como punto neurálgico de su política exterior, lo que suena contradictorio con los intentos por recuperar la economía ya que supone aumentar el ya abultado presupuesto militar (Jim Lobe en IPS, 28-VI-10).
Estados Unidos enfrenta por lo menos cuatro problemas en la región para los cuales no tienen soluciones a corto plazo: el ascenso de Brasil al rango de potencia global, a caballo de la integración regional; la creciente presencia de China que teje acuerdos estratégicos con países clave; el fracaso de la guerra contra las drogas y la falta de alternativas; y la debilidad de su economía que ya no es gancho para tejer alianzas. En suma, los pilares sobre los que había descansado la hegemonía en la región están seriamente afectados.
“Después de la invasión china de África ahora es el turno de América Latina”, afirma O Estado de Sao Paulo (20-VI-10) a la hora de explicar que el país asiático ha prestado 50.000 millones de dólares a países de la región en el último año y medio. China está tejiendo acuerdos estratégicos dando prioridad a Brasil y Argentina que se han convertido en “importantes puntos de apoyo en América Latina” (Diario del Pueblo, 10-VI-10). Los mandos militares del Pentágono observan con gran preocupación la presencia china en el continente, pero no atinan a diseñar propuestas para contenerla.
Un informe del Servicio de Investigación del Congreso de los Estados Unidos sobre la política de Washington hacia las drogas y la región desde la década de 1970, establece que “en América Latina y el Caribe el narcotráfico ya reemplazó a los conflictos políticos y regionales como la mayor fuente de violencia” (Contralínea, 20-VI-10). El fracaso del combate a las drogas tiene cifras impresionantes: entre 2003 y 2008 las muertes violentas en la región atribuidas al narcotráfico escalaron de 19,9 personas cada mil habitantes a 32,6. De ahí que, en opinión de los autores del trabajo publicado el 30 de abril, se pueden detectar “señales de un distanciamiento entre varios países de la región con la postura estadounidense y apelan a una revaluación de sus políticas antidrogas”.
Socios o competidores
El tercer problema es Brasil. Immanuel Wallerstein cree que Estados Unidos interpreta de modo equivocado la política exterior brasileña. En base a un informe del Consejo de Relaciones Exteriores, cercano a la Casa Blanca, sostiene que Washington le propone a Brasil “asociarse” en temas como el etanol para construir una relación más sólida. Para Estados Unidos, “Brasil debería actuar como una potencia regional, es decir, como un poder subimperial” para estabilizar la región, lo que supone incorporarse como “socio menor” de la superpotencia (La Jornada, 1-II-10). En los últimos meses se hizo evidente que Brasil va a jugar un papel independiente en el escenario global y, sobre todo, en el regional, ya que Brasilia no quiere actuar como disciplinador de la región sino como portavoz de un área cada vez más integrada y autónoma respecto al Norte.
El fracaso de su política antidrogas (que le permitió establecer sólidos lazos con las derechas de la región), el atractivo económico de China en desmedro de Washington y el ascenso de Brasil como potencia, dejaron a Estados Unidos sin política. O sea, sin la capacidad de mantener su hegemonía. De ahí que haya un progresivo deslizamiento hacia la dominación, o sea, coerción sin consentimiento. En los hechos, la administración demócrata está “fortaleciendo su fuerza nuclear y reforzándose con una devastadora ‘disuasión convencional’” (Asia Times, 5-V-10), escribe Jack A Smith, ex editor del semanario estadounidense The Guardian al comentar las últimas decisiones en materia de defensa.
Según el analista, ya no le es suficiente al Pentágono con la vieja doctrina de combatir dos guerras simultáneas, sino que está empeñado en hacer frente a “una multiplicidad de amenazas, incluyendo dos agresiones de Estados-nación”. Estima que “el Pentágono tiene previsto participar en numerosas guerras futuras interrumpidas por breves períodos de paz mientras se prepara para la próxima guerra”. El secretario de Defensa, Robert Gates, tiene muy presente el declive de su país, como toda la clase dirigente. Por eso un año atrás escribió en la prestigiosa revista Foreign Affairs (enero-febrero de 2009), que Estados Unidos tiene que invertir en todo aquello “que le garantice la dominación”. En buen romance, superioridad militar aplastante, no sólo nuclear, sino ahora sobre todo convencional.
Un año después del golpe de Estado en Honduras, cabe preguntarse si fue un hecho aislado o si inaugura un nuevo período, caracterizado por intervenciones blandas de Washington, a través de respetables instituciones o de agencias internacionales. Lo sucedido este año debería servir de ayudamemoria: masiva invasión militar en Haití; once nuevas bases militares a disposición en Colombia y Panamá; creciente intervención subvencionando una amplia gama de organizaciones, desde movimientos sociales hasta fundaciones y medios de comunicación. Existe una potente tendencia a la polarización, con tres focos decisivos: la región andina, el Caribe y la Amazonia.
En cada una de ellas existen diversos intereses que pasan siempre por el control de los hidrocarburos, los minerales y la biodiversidad. Pero hay algo más en juego, algo más decisivo aún que las riquezas materiales, que es la llave para conquistarlas: el control, a secas. La estrategia imperial pasa, por sobre todo, por impedir que surjan competidores del tipo que sean, estatales o no estatales. La lección de México debería hacernos reflexionar: en su empeño por no perder el control, las clases dominantes están a punto de destruir el Estado. Mantener el control en todo el mundo, o sea el poder de decisión, cuando se atraviesan graves dificultades y se está perdiendo el carácter de potencia hegemónica, es tarea harto compleja y tal vez imposible en el largo plazo. El recurso al autoritarismo es, en la mentalidad hegemónica en Estados Unidos, la mejor forma de estirar la agonía. Es cierto que la presidencia guerrista de George W. Bush no hizo más que acelerar el declive, pero una característica otoñal de la vida es la incapacidad de aprender, incluso de lo vivido en carne propia.
*Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios colectivos sociales.
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